Yo creo que nuestra educación dista bastante con el siglo en que estamos inmersos. La verdad es que no podría especificar si se trata de nuestro país, o de la coyuntura tercermundista.
Además de mamá de una adolescente que cursó Quinto Científico en una institución de renombre montevideana, también soy analista de sistemas, docente y artista.
Con la mano en el corazón: ¿Ustedes no se aburrían en el liceo? Yo, sí. En una edad en la cual tenemos nuestra adrenalina a full, y la cabeza volando por bastantes lugares, se para un rígido profesor a hablarnos del neopositivismo. (¿A qué adolescente de diecisiete años puede interesarle el neopositivismo?) Por lo menos, enseñado así (¡igualito que me lo enseñaron a mí, y eso que pasaron veinticinco años!), no.
Con pesar, compruebo que los programas son casi idénticos a los de mi época, y ese simple, pero patético hecho, ratifica que algo anda, no mal, sino muy mal.
Hay mucho por hacer desde el rol docente, porque no importa QUE se enseña, sino COMO se enseña.
Puedo enseñar neopositivismo, y si me las ingenio, mis alumnos podrán vislumbrar que la filosofía sirve para algo. Está en el docente, ver los mecanismos, vocablos. Y, de acuerdo al feedback, va cambiando la pisada. Del mismo modo, puedo enseñar programación de sistemas, y ser entendida por mis veinte alumnos.
Depende de mí, de los ejemplos que use, de las analogías que haga.
Pero, parece que faltan años luz para que las cosas se muevan.
Los porcentajes de aprobación en los bachilleratos son cada vez más alarmantes. Mi hija rindió la materia química, y el resultado de dicho examen fue un “No aprobado dos (2)”. ( - ¿ Entregaste la hoja en blanco ? – fue mi primera pregunta, puesto que el uno y dos, son notas (según mi opinión), que se usan cuando el alumno es un Verdadero Desastre, y no ha hecho nada de nada de hada. ) Pero, esto no sería lo único que me sorprendería. Cuando me informé acerca de las Estadísticas, quedé apabullada: De veintiún alumnos, SOLAMENTE aprobaron dos.
Quienes nos dedicamos a la docencia (grupo en el cual me incluyo), sabemos que: Si en un grupo el porcentaje de No Aprobados SUPERA el de Aprobados, es evidente que el “problema” no está precisamente en el alumno. (¿O ninguno estudió?).
Compruebo fehacientemente, que, lejos de que nuestros hijos sean estimulados a sentir Amor por el estudio, se está logrando el efecto contrario: Que no quieran saber nada de nada. ¿Quién desea estudiar para exámenes insalvables? (Yo creía que eso solamente sucedía en el IAVA y en tiempos de Vales).
Pero cuando las estadísticas arrojan esos resultados Nefastos, se me enciende un alerta roja. Según mi humilde opinión, no existe justificativo alguno, más que el docente esté errado en su criterio. (A menos que la intención sea que no apruebe nadie).
Pero, insisten en seguir haciendo las cosas al revés.
Cuando lo lógico sería que la cosa se concrete, y no se pierda tiempo en materias que nada aportan a la orientación, en beneficio de la practicidad, el año que viene se implementará una reforma que hace lo contrario: diversifica, aún más.
¿Qué se pretende?
¿Que los pocos jóvenes que aún tienen ganas de vivir y trabajar en Uruguay pierdan sus esperanzas reprobando exámenes en liceos y/o universidades diabólicas, en donde lo común es una larguísima lista de eliminados con dos o tres excepciones ?.
¿Por qué no se realiza una prueba de ingreso / vocación / aptitudes en las universidades, como en los países del primer mundo?
Es evidente que si tenemos quinientos alumnos por clase, estamos en problemas.
Pero, no es poniendo exámenes monstruosos el modo de reducir.
Señores, que está en la tapa del libro.
Además de mamá de una adolescente que cursó Quinto Científico en una institución de renombre montevideana, también soy analista de sistemas, docente y artista.
Con la mano en el corazón: ¿Ustedes no se aburrían en el liceo? Yo, sí. En una edad en la cual tenemos nuestra adrenalina a full, y la cabeza volando por bastantes lugares, se para un rígido profesor a hablarnos del neopositivismo. (¿A qué adolescente de diecisiete años puede interesarle el neopositivismo?) Por lo menos, enseñado así (¡igualito que me lo enseñaron a mí, y eso que pasaron veinticinco años!), no.
Con pesar, compruebo que los programas son casi idénticos a los de mi época, y ese simple, pero patético hecho, ratifica que algo anda, no mal, sino muy mal.
Hay mucho por hacer desde el rol docente, porque no importa QUE se enseña, sino COMO se enseña.
Puedo enseñar neopositivismo, y si me las ingenio, mis alumnos podrán vislumbrar que la filosofía sirve para algo. Está en el docente, ver los mecanismos, vocablos. Y, de acuerdo al feedback, va cambiando la pisada. Del mismo modo, puedo enseñar programación de sistemas, y ser entendida por mis veinte alumnos.
Depende de mí, de los ejemplos que use, de las analogías que haga.
Pero, parece que faltan años luz para que las cosas se muevan.
Los porcentajes de aprobación en los bachilleratos son cada vez más alarmantes. Mi hija rindió la materia química, y el resultado de dicho examen fue un “No aprobado dos (2)”. ( - ¿ Entregaste la hoja en blanco ? – fue mi primera pregunta, puesto que el uno y dos, son notas (según mi opinión), que se usan cuando el alumno es un Verdadero Desastre, y no ha hecho nada de nada de hada. ) Pero, esto no sería lo único que me sorprendería. Cuando me informé acerca de las Estadísticas, quedé apabullada: De veintiún alumnos, SOLAMENTE aprobaron dos.
Quienes nos dedicamos a la docencia (grupo en el cual me incluyo), sabemos que: Si en un grupo el porcentaje de No Aprobados SUPERA el de Aprobados, es evidente que el “problema” no está precisamente en el alumno. (¿O ninguno estudió?).
Compruebo fehacientemente, que, lejos de que nuestros hijos sean estimulados a sentir Amor por el estudio, se está logrando el efecto contrario: Que no quieran saber nada de nada. ¿Quién desea estudiar para exámenes insalvables? (Yo creía que eso solamente sucedía en el IAVA y en tiempos de Vales).
Pero cuando las estadísticas arrojan esos resultados Nefastos, se me enciende un alerta roja. Según mi humilde opinión, no existe justificativo alguno, más que el docente esté errado en su criterio. (A menos que la intención sea que no apruebe nadie).
Pero, insisten en seguir haciendo las cosas al revés.
Cuando lo lógico sería que la cosa se concrete, y no se pierda tiempo en materias que nada aportan a la orientación, en beneficio de la practicidad, el año que viene se implementará una reforma que hace lo contrario: diversifica, aún más.
¿Qué se pretende?
¿Que los pocos jóvenes que aún tienen ganas de vivir y trabajar en Uruguay pierdan sus esperanzas reprobando exámenes en liceos y/o universidades diabólicas, en donde lo común es una larguísima lista de eliminados con dos o tres excepciones ?.
¿Por qué no se realiza una prueba de ingreso / vocación / aptitudes en las universidades, como en los países del primer mundo?
Es evidente que si tenemos quinientos alumnos por clase, estamos en problemas.
Pero, no es poniendo exámenes monstruosos el modo de reducir.
Señores, que está en la tapa del libro.