martes, 20 de julio de 2010

La sociedad de los poetas muertos.


Es muy difícil ser poeta en los tiempos que corren. El ser humano de nuestro tiempo está invadido de cultura postmodernista y se encuentra situado en un mundo tecnológico en donde cada vez más gente cree menos en la poesía. Los escritores y los poetas han sido devaluados en este tiempo consumista, de satisfacciones banales.

Este fin de semana de "descuentos", una muchedumbre compra compulsivamente libertad (En este tiempo, la "libertad" del individuo está condicionada exclusivamente por su poder adquisitivo). El poeta observa esa masa ahogada en los angostos brazos de Montevideo Shopping, mientras va pensando que esa satisfacción es efímera. El Material tiene tal poder de Imagen; que el individuo lo necesita como algo estable y a "quien" recurrir, para que lo provea de valor social, por eso al poeta le resulta normal ver cómo la gente se cuelga desesperadamente al acto supremo de comprar, obedeciendo a su moral esclava. El poeta piensa que el individuo se siento sólo porque muchas veces ni siquiera se tiene a sí mismo; ha perdido la fe en las cosas, ha perdido la fe en El Sistema.

El poeta tiene sus emociones a flor de piel; siente más que la media. Ellos por lo contrario, sostienen que un poeta es cursi, y que todo romanticismo ha muerto.

El poeta necesita estar en trance para poder hacer su poesía.

Sobrevive; ese siempre ha sido su dilema.

Al poeta no le es posible estar en el mundo para concebir su creación, ella lo atrapa por completo; y se sale de él. Pierde la noción del tiempo y del espacio.

"Para que haya arte, para que haya algún hacer y contemplar estéticos, resulta indispensable una condición fisiológica previa: la embriaguez." (F. Nietzsche, El crepúsculo de los ídolos).

Este poeta está medio muerto en un mundo práctico, él es un abstracto.
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