martes, 23 de octubre de 2012

Mala.la

Dentro del marco de la protesta, la indignación, la violación de los DDHH, algunas causas merecen mucho mayor énfasis. Digo, merecen, puesto que nada parece bastar. Nada parece hacer que algo cambie.
 
Tal es el caso de la (si se la puede calificar de algún modo) mujer en los países islámicos. En estas sociedades patriarcales en exceso, donde el nacer mujer es el peor destino que le puede tocar a un individuo, todas las maldiciones comienzan si el futuro vástago o heredero no es un varón.
 
En vez de celebrar que el bebé ha nacido sano, maldicen a esa niña, futura-nada, por el mero hecho de haber nacido mujer.
 
No, no se trata de la Edad Media. Se trata del siglo XXI, del tercer milenio. El status-quo de  las mujeres en los países islámicos es “cosa” y no “ser”. 
 
Malala Yousafzai tiene 15 años y a temprana edad se ha convertido en la activista abanderada de los derechos humanos y educación de las mujeres en Pakistán. Malala denuncia públicamente en un blog, que firma con seudónimo para evitar represalias, la presencia de grupos que acosan a los pobladores del valle de Swat y niegan a las niñas la oportunidad de recibir educación escolar.
 
Nacida en Mingora, Swat, Jaiber Pastunjuá, Paquistán. Habla pastún e inglés, y es conocida por su activismo a favor de los derechos civiles, especialmente de los derechos de las mujeres en el valle del río Swat, donde el régimen talibán ha prohibido la asistencia a la escuela de las niñas. Los talibanes obligaron el cierre de las escuelas privadas y se prohibió la educación de las niñas entre 2003 y 2009.
 
Luego de repetidas advertencias y de ser acosada violentamente durante el trayecto de la escuela a su hogar, la niña, que no quiere perder clases, recibió de manos cobardes dos disparos. De regreso de la escuela, los criminales, militantes talibanes, detuvieron el transporte escolar y la sentenciaron a morir, acusándola de ser una espía de Occidente y de profanar el Islam.
 
El crimen conmocionó a la opinión mundial, la cual presurosa clamó por justicia y ofreció apoyo incondicional. Para garantizar su recuperación y su seguridad fue transportada a Inglaterra, donde milagrosamente se recupera de las lesiones recibidas y ayer pudo ponerse de pie con ayuda. Pero no podrá volver a su tierra, pues los talibanes han jurado que la próxima vez no sobrevivirá. En pleno siglo XXI, Malala se ha convertido en una desterrada por querer estudiar.
 
Tengo miedo. De camino a la escuela, oí a un hombre decir ‘te voy a matar”, anotó Malala en el diario que escribía cuando tenía 11 años y llevaba dos padeciendo el creciente control de los talibanes sobre el valle del Swat, donde vivía con sus padres y dos hermanos más pequeños. Poco después, los extremistas islámicos cerraron su escuela y la situación se hizo insoportable. Malala y su familia pasaron muchas noches sin dormir a causa de los bombardeos, hasta que el padre decidió dejar su casa y trasladarse a Abbotabad.
 
La seguridad del valle mejoró tras la entrada del Ejército en el verano de 2009. Los Yousufzai decidieron volver, convencidos de que su hija estaría segura entre sus vecinos de Mingora, la capital de esa pintoresca comarca. Malala, cuya identidad se reveló entonces, pasó de la denuncia al activismo por la educación de las niñas. Ahora trabajaba para crear un fondo que permitiera acudir a la escuela a las hijas de familias sin recursos.
 
Nos habían amenazado. Un par de veces llegaron cartas a casa en las que se decía que Malala debería dejar de hacer lo que estaba haciendo o que el resultado sería muy malo”, admitió su padre, Ziauddin Yousufzai. Pero nunca pensó que fueran a hacer nada a una niña. Ziauddin. Su padre, un maestro que hasta la llegada de los talibanes al valle del Swat dirigía una escuela de niñas en esa comarca, explicó también que habían rechazado la protección de las fuerzas de seguridad porque querían que su hija tuviera una infancia normal, pero también por las restricciones culturales de la zona. “Es una muchacha joven y la tradición aquí no permite que una mujer tenga a hombres alrededor”, declaró. Pero no fue impedimento para que un barbudo con la cara cubierta se acercara el martes a la salida de la escuela y le descerrajara un tiro en la cabeza.
 
El 11 de octubre es el Día Internacional de la Niña, declarado por la ONU en 2011. Se ha conmemorado por primera vez en 2012, mientras en el mundo entero miles de personas están atentas a las noticias acerca de Malala Yousafzai.
 
Los talibanes también prohibieron a las mujeres ir al mercado y hacer compras. En 2008, destruyeron 150 escuelas.
 
Los talibanes habían condenado a Malala Yousafzai por “promover el secularismo” y han dicho que la atacarán de nuevo. Más allá de la protesta, el mundo entero tendría que preguntarse hoy por las formas efectivas de enfrentar la discriminación y los abusos de distintas clases a los cuales son sometidos millones de niñas alrededor del mundo, incluyendo, por ejemplo, aquellas que son forzadas a casarse y que suman unos 10 millones cada año. (Fuente: Wiki)

Dentro del marco de la protesta, la indignación, la violación de los DDHH, algunas causas merecen mucho mayor énfasis. Digo, merecen, puesto que nada parece bastar. Nada parece hacer que algo cambie.

Anna Donner Rybak © 2012

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