viernes, 3 de agosto de 2012

Ensayo Sobre la Mediocridad.


Sobre la mediocridad vivimos.

¡Sobra la mediocridad!

Sobra la mediocridad en el sentido de que existen muchísimos más mediocres que los necesarios, en realidad no debería existir ninguno puesto que no son necesarios para nada. Para nada de nada.

Y…

Sobra la mediocridad en el sentido de que se burla de los demás de manera insolente.


Se estarán preguntado qué “bicho me ha picado” para realizar aseveraciones que no son novedad, que no revelan nada que nadie no sepa, pero quizá por aquello de que “nunca está de más”, y porque todos los días la mediocridad clava su arma ofensiva de acero obligada a hacer cosas degradantes y denigrantes para brillar, degradando a otros que brillan, porque su accionar jamás termina, quizá por aquello de que “yerba mala nunca muere” y porque así como Hezbollah le avisó al mundo que “sigue vivo” y realizó el atentado en Bulgaria, el mediocre “avisa” que sigue vivo, avisa porque de lo contrario pasa desapercibido, pero como él quiere brillar, avisa también de algún modo “atentando” contra los demás.

Es entonces que voy a definir una entidad: la entidad Mediocre. También podría ser un comando terrorista, de algún modo el Mediocre comete acciones “terroristas”, puesto que de modo constante intenta “matar” al objeto de su envidia. ¿Cuál es ese objeto? El que brilla. El que tiene luz propia. El Mediocre, carece de luz propia.

Con esto no quiero decir que todos quienes carecen de luz conforman el Conjunto Mediocre. No.

El Conjunto Mediocre está conformado por quienes carecen de brillo e intentan apagar el brillo de los que brillan, si se me permite la redundancia.

Entonces, vamos a definir a la entidad Mediocre con esta oración:
Quien no brilla  y acciona para apagar a los que sí.

Vamos a comentar algunas características psíquicas de los mediocres, que los encontramos en “cualquier lugar en el mundo”: en el trabajo, en los medios, en el arte, en ¡todos lados!

Vivimos una especie de Polución Mediocre. Todo lo contaminan. Bah, lo intentan pero no lo logran. O sí. Vaya uno a saber.

Nadie ha nacido sabiendo. Ni el más sabio del mundo ha nacido sabiendo. Todos y cada uno de nosotros somos arrojados acá, y no sabemos nada de nada.

Conforme con nuestras vivencias, vamos aprendiendo y aprehendiendo conductas, y nos vamos haciendo.
Y vamos creciendo.
Y vamos brillando.

El mediocre, en algún punto de este camino se queda “atascado”.

Convengamos que todas las personas tenemos virtudes y miserias. Nadie es absolutamente virtuoso y nadie es absolutamente miserable. Somos un equilibrio.

Podríamos decir que el mediocre no sabe balancear  su combo de virtud-miseria. Por lo tanto, sólo se ve en él la miseria y no la virtud.

Podríamos decir muchas cosas acerca de los mediocres. Pero vamos a partir de este concepto, y lo reiteramos: “Solo se ve en él la miseria y no la virtud”.

Cuando el individuo mediocre hace conciencia de que él es miserable, y no virtuoso (ya dijimos que la causa es que no sabe balancear su combo de virtud-miseria), y hace conciencia de que existen otros individuos que SI son virtuosos, comienzan a gestarse en él emociones destructivas, como lo son  los celos y la envidia: en ese marco es que definirán el objetivo primigenio de emular alguna cualidad que el virtuoso posee.

Dicho de otro modo, presumirá ante los demás o le mentirá la los demás acerca de un don que no posee.

Pero, como eso no será suficiente, además, tratando de “emparejar para abajo”, no se contentará con lo anterior, sino que además también mentirá acerca de quien de verdad posee el don: lo negará fehacientemente, y esa negación la divulgará.

Y entonces, ¿cómo podemos detectar a un mediocre?, o, ¿cuál es el PERFIL del mediocre? Mientras que las personas crecen, y van obteniendo logros en la vida, el mediocre está en “punto muerto”. Quiero decir que uno lo ve después de cierto tiempo, y se dice “Pero está siempre igual...”, o dicho de otro modo no ha crecido nada, no se ha superado a sí mismo. Son estos individuos que  su trayectoria y comportamiento a lo largo de días, semanas, meses, años, lustros, décadas es siempre el mismo. Siempre están en lo mismo. Son incapaces de vencer desafíos, o dicho de otro modo “siempre en la chiquita”, y reitero, siempre igual e incapaces de superarse a sí mismos.

Pero mejor vamos con los ejemplos que siempre nos ayudan más a comprender de qué hablamos.

Supongamos dos individuos: Juan Alegre y (para no extrañarlo) nuestro ya a estas alturas “diváin” y “fashion” Mongo Cucho. Ambos son artistas. Mientras que Juan Alegre tiene cien libros en su haber, Mongo Cucho no tiene ninguno, o por lo menos ninguno exhibido en una librería de renombre. Mongo Cucho no duerme por las noches y no comprende cómo es que Juan Alegre, que “es igualito a él”, tiene tanto éxito mientras que a él, Mongo Cucho, que, en realidad, pensándolo mejor, no es igualito a Juan Alegre, Mongo Cucho es ¡mil veces mejor!, no lo conoce más que su madre, su padre y los “amigos del barrio”.

Es entonces que el primer intento de Mongo Cucho es ¡hacerse amigo de Juan Alegre! Como si el don o la virtud de Juan Alegre se fuera a transferir a Mongo Cucho sólo por el hecho de estar “pegadito” a él. Pobre Mongo Cucho; él no lo sabe.

Comienza entonces la “Cruzada Libertadora” de Mongo Cucho en pos de obtener la amistad de Juan Alegre. (Y estos tiempos modernos son caldo de cultivo para el desarrollo del buen mediocre.)

Pues allá va Mongo Cucho y googleaJuan Alegre”. ¡Oh, Juan Alegre está en Facebook! Ni corto ni perezoso, Mongo Cucho, que obviamente ya tiene Facebook, le manda una solicitud de amistad a Juan Alegre, rezándole a todos los santos de ser aceptado.

Juan Alegre te ha aceptado como amigo” recibe de la lista de notificaciones de Facebook Mongo Cucho. (Iupii!!!)

Comienza entonces una dinámica a través de la red social del estilo: “¡Juan Alegre sos el mejor artista del mundo!

No hay posteo de Juan Alegre en el que Mongo Cucho no marque un “Me gusta”, y comente “Impecable como siempre Juan Alegre”, “Me encantó, Juan Alegre”, “Impresionante Juan Alegre”, etc, etc.

Va pasando el tiempo, y Mongo Cucho no recibe la tan ansiada “transferencia de brillo”. Dicho de otro modo, fue un reverendo alcahuete de Juan Alegre durante más de dos años, y resulta que Juan Alegre sigue brillando y él ¡nada! ¿Cómo es posible? ¿Si ha hecho todo lo que “había que hacer”?

Mongo Cucho no puede hacer NADA para que Juan Alegre deje de brillar. Es entonces que el motor y energía de Mongo Cucho y la bandera que enarbolará será “¡No al brillo de Juan Alegre!”.

¿Y quién se ha creído que es Juan Alegre? Comienza entonces, el que llamaremos “comportamiento por oposición”.

Mongo Cucho comienza un giro copernicano en sus posteos. “Muy pobre, Juan Alegre”, o “No estoy de acuerdo Juan Alegre”, o, “Le falta Juan Alegre”.

Pero esta no es la única acción. Paralelamente, Mongo Cucho va reuniendo personas que también odian a Juan Alegre. Y entonces, se va corriendo una voz… “Juan Alegre es un egoísta”, o “Juan Alegre es un ser que incide negativamente”, o “Juan Alegre tiene problemas de relacionamiento con las personas”, etc, etc, etc.

Entonces, por las dudas, dado lo peligroso que resulta Juan Alegre para la sociedad, muchos comienzan a bloquearlo. Por las dudas. Porque además, se dice que “no es conveniente” ser amigo de Juan Alegre.

Es entonces que ahí van todos los nabos de turno, y por las dudas, para no hacer nada que se aleje de “lo esperado”, o de “lo que queda bien”, o de “lo que es cool”, ahí van, y le hacen el vacío.

Pero a Juan Alegre nadie le explica el porqué de esas conductas. ¿Por qué? Y aquí tenemos otra característica del mediocre: la cobardía. Es entonces que el mediocre no se hace cargo de su conducta. Y se llama al silencio.

Puede hablar mal de Juan Alegre durante seis siglos pero no con el mismo Juan Alegre sino con todos menos con Juan Alegre o los amigos de Juan Alegre.

Así, sobre la imagen de Juan Alegre se va tejiendo un manto de oscurantismo, y como estas aldeas son chicas, y todos se conocen, los chismes corren.

Pero, al contrario del mediocre, que ya vimos que es un individuo que se caracteriza por la incapacidad de superarse a sí mismo, el otro, el que brilla, a pesar de todo ese complot, sigue “en camino”:

-No entiendo- dice Mongo Cucho a ya las 100000 personas que no quieren a Juan Alegre- no entiendo, todos lo bloqueamos, hemos hablado con todos los conocidos para que le hagan un boicot, y Juan Alegre sigue como “si nada”…

Y sí, Mongo Cucho. Y si.

El individuo virtuoso, a diferencia del mediocre,  no gasta tiempo en asuntos que no conducen a nada. Tiene la capacidad de ser indiferente. Por lo tanto, Mongo Cucho y sus secuaces no deberían de haberse visto sorprendidos porque Juan Alegre siguió superándose.

¿Entonces?

La moraleja de este “ensayito” es muy simple. Tan simple que hasta un niño de cinco años la puede entender.

Mientras Mongo Cucho y sus secuaces han invertido mucho tiempo y energía en oscurecer a Juan Alegre, éste (Juan Alegre) ha seguido superándose a sí mismo, indiferente al accionar de la mediocridad.

Por lo tanto es que amorosamente me dirijo a  todos los mediocres del mundo y pregunto:

¿No es hora de que hagan una autocrítica acerca de qué es lo que les impide superarse a sí mismos? ¿Ya no se han dado cuenta de que nada aporta perder tiempo y energía ocuparse de los demás? ¿Acaso no comprenden que lo mejor que uno puede hacer en esta vida es ocuparse de sí mismo y de superarse cada día?

El Conjunto Mediocre está conformado por quienes carecen de brillo e intentan apagar el brillo de los que brillan.

También podría ser un comando terrorista, de algún modo el Mediocre comete acciones “terroristas”, puesto que de modo constante intenta “matar” al objeto de su envidia. ¿Cuál es ese objeto? El que brilla. El que tiene luz propia. El Mediocre, carece de luz propia.

Sobre la mediocridad vivimos.

Anna Donner Rybak ©2012
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