Sobre la mediocridad vivimos.
¡Sobra la mediocridad!
Sobra la mediocridad en el sentido de que existen muchísimos
más mediocres que los necesarios, en realidad no debería existir ninguno puesto
que no son necesarios para nada. Para nada de nada.
Y…
Sobra la mediocridad en el sentido de que se burla de los
demás de manera insolente.
Se estarán preguntado qué “bicho me ha picado” para realizar aseveraciones que no son novedad,
que no revelan nada que nadie no sepa, pero quizá por aquello de que “nunca está de más”, y porque todos los
días la mediocridad clava su arma ofensiva de acero obligada a hacer cosas
degradantes y denigrantes para brillar, degradando a otros que brillan, porque
su accionar jamás termina, quizá por aquello de que “yerba mala nunca muere” y porque así como Hezbollah le avisó al
mundo que “sigue vivo” y realizó el
atentado en Bulgaria, el mediocre “avisa”
que sigue vivo, avisa porque de lo contrario pasa desapercibido, pero como él
quiere brillar, avisa también de algún modo “atentando” contra los demás.
Es entonces que voy a definir una entidad: la entidad
Mediocre. También podría ser un comando terrorista, de algún modo el Mediocre
comete acciones “terroristas”, puesto
que de modo constante intenta “matar”
al objeto de su envidia. ¿Cuál es ese objeto? El que brilla. El que tiene luz
propia. El Mediocre, carece de luz propia.
Con esto no quiero decir que todos quienes carecen de luz
conforman el Conjunto Mediocre. No.
El Conjunto Mediocre está conformado por quienes carecen de
brillo e intentan apagar el brillo de los que brillan, si se me permite la
redundancia.
Entonces, vamos a definir a la entidad Mediocre con esta
oración:
“Quien no brilla y acciona para apagar a los que sí.”
Vamos a comentar algunas características psíquicas de los
mediocres, que los encontramos en “cualquier
lugar en el mundo”: en el trabajo, en los medios, en el arte, en ¡todos
lados!
Vivimos una especie de Polución Mediocre. Todo lo
contaminan. Bah, lo intentan pero no lo logran. O sí. Vaya uno a saber.
Nadie ha nacido sabiendo. Ni el más sabio del mundo ha
nacido sabiendo. Todos y cada uno de nosotros somos arrojados acá, y no sabemos
nada de nada.
Conforme con nuestras vivencias, vamos aprendiendo y
aprehendiendo conductas, y nos vamos haciendo.
Y vamos creciendo.
Y vamos brillando.
El mediocre, en algún punto de este camino se queda “atascado”.
Convengamos que todas las personas tenemos virtudes y
miserias. Nadie es absolutamente virtuoso y nadie es absolutamente miserable.
Somos un equilibrio.
Podríamos decir que el mediocre no sabe balancear su combo de virtud-miseria. Por lo tanto,
sólo se ve en él la miseria y no la virtud.
Podríamos decir muchas cosas acerca de los mediocres. Pero
vamos a partir de este concepto, y lo reiteramos: “Solo se ve en él la miseria y no la virtud”.
Cuando el individuo mediocre hace conciencia de que él es
miserable, y no virtuoso (ya dijimos que la causa es que no sabe balancear su combo
de virtud-miseria), y hace conciencia de que existen otros individuos que SI
son virtuosos, comienzan a gestarse en él emociones destructivas, como lo
son los celos y la envidia: en ese marco
es que definirán el objetivo primigenio de emular alguna cualidad que el
virtuoso posee.
Dicho de otro modo, presumirá ante los demás o le mentirá la
los demás acerca de un don que no posee.
Pero, como eso no será suficiente, además, tratando de “emparejar para abajo”, no se contentará
con lo anterior, sino que además también mentirá acerca de quien de verdad
posee el don: lo negará fehacientemente, y esa negación la divulgará.
Y entonces, ¿cómo podemos detectar a un mediocre?, o, ¿cuál
es el PERFIL del mediocre? Mientras que las personas crecen, y van obteniendo
logros en la vida, el mediocre está en “punto
muerto”. Quiero decir que uno lo ve después de cierto tiempo, y se dice “Pero está
siempre igual...”, o dicho de otro modo no ha crecido nada, no se ha
superado a sí mismo. Son estos individuos que
su trayectoria y comportamiento a lo largo de días, semanas, meses,
años, lustros, décadas es siempre el mismo. Siempre están en lo mismo. Son
incapaces de vencer desafíos, o dicho de otro modo “siempre en la chiquita”, y reitero, siempre igual e incapaces de
superarse a sí mismos.
Pero mejor vamos con los ejemplos que siempre nos ayudan más
a comprender de qué hablamos.
Supongamos dos individuos: Juan Alegre y (para no
extrañarlo) nuestro ya a estas alturas “diváin”
y “fashion” Mongo Cucho. Ambos son
artistas. Mientras que Juan Alegre tiene cien libros en su haber, Mongo Cucho
no tiene ninguno, o por lo menos ninguno exhibido en una librería de renombre.
Mongo Cucho no duerme por las noches y no comprende cómo es que Juan Alegre,
que “es igualito a él”, tiene tanto
éxito mientras que a él, Mongo Cucho, que, en realidad, pensándolo mejor, no es
igualito a Juan Alegre, Mongo Cucho es ¡mil veces mejor!, no lo conoce más que
su madre, su padre y los “amigos del
barrio”.
Es entonces que el primer intento de Mongo Cucho es ¡hacerse
amigo de Juan Alegre! Como si el don o la virtud de Juan Alegre se fuera a
transferir a Mongo Cucho sólo por el hecho de estar “pegadito” a él. Pobre Mongo Cucho; él no lo sabe.
Comienza entonces la “Cruzada
Libertadora” de Mongo Cucho en pos de obtener la amistad de Juan Alegre. (Y
estos tiempos modernos son caldo de cultivo para el desarrollo del buen
mediocre.)
Pues allá va Mongo Cucho y googlea “Juan Alegre”. ¡Oh,
Juan Alegre está en Facebook! Ni corto ni perezoso, Mongo Cucho, que obviamente
ya tiene Facebook, le manda una solicitud de amistad a Juan Alegre, rezándole a
todos los santos de ser aceptado.
“Juan Alegre te ha
aceptado como amigo” recibe de la lista de notificaciones de Facebook Mongo
Cucho. (Iupii!!!)
Comienza entonces una dinámica a través de la red social del
estilo: “¡Juan Alegre sos el mejor
artista del mundo!”
No hay posteo de Juan Alegre en el que Mongo Cucho no marque
un “Me gusta”, y comente “Impecable como siempre Juan Alegre”, “Me encantó, Juan Alegre”, “Impresionante Juan Alegre”, etc, etc.
Va pasando el tiempo, y Mongo Cucho no recibe la tan ansiada
“transferencia de brillo”. Dicho de
otro modo, fue un reverendo alcahuete de Juan Alegre durante más de dos años, y
resulta que Juan Alegre sigue brillando y él ¡nada! ¿Cómo es posible? ¿Si ha
hecho todo lo que “había que hacer”?
Mongo Cucho no puede hacer NADA para que Juan Alegre deje de
brillar. Es entonces que el motor y energía de Mongo Cucho y la bandera que
enarbolará será “¡No al brillo de Juan
Alegre!”.
¿Y quién se ha creído que es Juan Alegre? Comienza entonces,
el que llamaremos “comportamiento por
oposición”.
Mongo Cucho comienza un giro copernicano en sus posteos. “Muy pobre, Juan Alegre”, o “No estoy de acuerdo Juan Alegre”, o, “Le falta Juan Alegre”.
Pero esta no es la única acción. Paralelamente, Mongo Cucho
va reuniendo personas que también odian a Juan Alegre. Y entonces, se va
corriendo una voz… “Juan Alegre es un
egoísta”, o “Juan Alegre es un ser
que incide negativamente”, o “Juan
Alegre tiene problemas de relacionamiento con las personas”, etc, etc, etc.
Entonces, por las dudas, dado lo peligroso que resulta Juan
Alegre para la sociedad, muchos comienzan a bloquearlo. Por las dudas. Porque
además, se dice que “no es conveniente”
ser amigo de Juan Alegre.
Es entonces que ahí van todos los nabos de turno, y por las
dudas, para no hacer nada que se aleje de “lo
esperado”, o de “lo que queda bien”,
o de “lo que es cool”, ahí van, y le
hacen el vacío.
Pero a Juan Alegre nadie le explica el porqué de esas
conductas. ¿Por qué? Y aquí tenemos otra característica del mediocre: la
cobardía. Es entonces que el mediocre no se hace cargo de su conducta. Y se
llama al silencio.
Puede hablar mal de Juan Alegre durante seis siglos pero no
con el mismo Juan Alegre sino con todos menos con Juan Alegre o los amigos de
Juan Alegre.
Así, sobre la imagen de Juan Alegre se va tejiendo un manto
de oscurantismo, y como estas aldeas son chicas, y todos se conocen, los
chismes corren.
Pero, al contrario del mediocre, que ya vimos que es un
individuo que se caracteriza por la incapacidad de superarse a sí mismo, el
otro, el que brilla, a pesar de todo ese complot, sigue “en camino”:
-No entiendo- dice Mongo Cucho a ya las 100000 personas que
no quieren a Juan Alegre- no entiendo, todos lo bloqueamos, hemos hablado con
todos los conocidos para que le hagan un boicot, y Juan Alegre sigue como “si nada”…
Y sí, Mongo Cucho. Y si.
El individuo virtuoso, a diferencia del mediocre, no gasta tiempo en asuntos que no conducen a
nada. Tiene la capacidad de ser indiferente. Por lo tanto, Mongo Cucho y sus
secuaces no deberían de haberse visto sorprendidos porque Juan Alegre siguió
superándose.
¿Entonces?
La moraleja de este “ensayito”
es muy simple. Tan simple que hasta un niño de cinco años la puede entender.
Mientras Mongo Cucho y sus secuaces han invertido mucho
tiempo y energía en oscurecer a Juan Alegre, éste (Juan Alegre) ha seguido
superándose a sí mismo, indiferente al accionar de la mediocridad.
Por lo tanto es que amorosamente me dirijo a todos los mediocres del mundo y pregunto:
¿No es hora de que hagan una autocrítica acerca de qué es lo
que les impide superarse a sí mismos? ¿Ya no se han dado cuenta de que nada
aporta perder tiempo y energía ocuparse de los demás? ¿Acaso no comprenden que
lo mejor que uno puede hacer en esta vida es ocuparse de sí mismo y de
superarse cada día?
El Conjunto Mediocre está conformado por quienes carecen de
brillo e intentan apagar el brillo de los que brillan.
También podría ser un comando terrorista, de algún modo el
Mediocre comete acciones “terroristas”,
puesto que de modo constante intenta “matar”
al objeto de su envidia. ¿Cuál es ese objeto? El que brilla. El que tiene luz
propia. El Mediocre, carece de luz propia.
Sobre la mediocridad vivimos.
Anna Donner Rybak ©2012