jueves, 30 de agosto de 2012

Peligroso


La película “Un método peligroso” cuenta una historia de descubrimiento sexual e intelectual basada en acontecimientos reales a partir de la turbulenta relación entre Carl Jung, su mentor Sigmund Freud y Sabina Spielrein. A este trío se añade Otto Gross, un paciente libertino decidido a traspasar todos los límites. Esta exploración de la sensualidad, de la ambición y del engaño llega a su momento cumbre cuando Jung, Freud y Sabina se reúnen antes de separarse definitivamente y acabar cambiando la dirección del pensamiento moderno.

Pero; ¿lo han cambiado?

El pensamiento de Freud se basa en la represión. (¿Represión?)

“El psicoanálisis es una teoría sobre los procesos psíquicos inconscientes, que presenta una concepción ampliada de la sexualidad, de sus relaciones con el acontecer psíquico y su reflejo en lo sociocultural. El supuesto de que existen los procesos, fenómenos y mecanismos psíquicos inconscientes junto al papel de la sexualidad y del llamado complejo de Edipo, que resulta en una diferenciación entre instinto (propio de los animales pero no de los humanos) y pulsión (impulso psíquico característico de los sujetos de la especie humana); así como la aceptación de la teoría de la represión y el papel de la resistencia en el análisis constituyen para Freud los pilares fundamentales de su edificio teórico, al punto que sostiene que «quien no pueda admitirlos todos no debería contarse entre los psicoanalistas»” (Wiki)

Resulta paradójico que entre los postulados del psicoanálisis figuren pautas como “represión” y “resistencia”, sobre todo en lo que a la sexualidad se refiere.

Sabina Spielrein es enviada en su adolescencia a Suiza puesto que padece conductas esquizofrénicas y es tratada por Carl Jung. Al principio opone resistencia, y es a través del psicoanálisis (Un método de investigación que consiste esencialmente en evidenciar la significación inconsciente de las palabras, actos, producciones imaginarias (sueños, fantasías, delirios) de un individuo. Este método se basa principalmente en las asociaciones libres del sujeto, que garantizan la validez de la interpretación. La interpretación psicoanalítica puede extenderse también a producciones humanas para las que no se dispone de asociaciones libres.- Wiki) que Jung consigue arribar a lo que atormenta a Sabina y de lo que ella se avergüenza y por lo tanto reprime. Al Sabina entrar en un episodio Jung le pide que narre qué está pensando, o si eso que la atormenta ella puede asociarlo con una imagen. Sabina responde “Una mano”.

La mano de su padre. Spielrein expresa que lo que “la saca” es cualquier tipo de humillación. Jung le pide vivenciar el primer episodio de esa naturaleza que recuerde. Sabina responde que se trata de la primera vez que su padre la castigó. Dice que era muy pequeña, y su padre la obligó a quitarse la ropa. Luego le pego. Varias veces. Pero, lo que luego sorprende es que Sabina confiesa que ese episodio violento, la excitó.

A partir de entonces, Sabina se “hace adicta” a vivir episodios violentos. Ellos funcionan como fetiches. Dice sentirse “perversa, sucia y malvada”.

Pero no debería de sorprendernos que (y sobre todo dada la época, los albores del siglo XX) que la represión sexual produzca tan nefastos efectos.

Somos arrojados en un mundo en el cual los mandatos indican que la sexualidad es un medio para un fin: la reproducción de la especie. Y cuando la sexualidad se convierte en el fin (el placer); se la condena.

¿Cuántas madres rezongan a los chicos cuando están explorando su cuerpo? Muchas. Este fenómeno a una edad tan temprana provoca que ese chico sienta que lo que está haciendo es MALO. A partir de esta nefasta idea (descubrirme y darme placer es malo), se genera mucha culpa, y malestar.

Esto deviene que la sexualidad (aún) sea vivida de modo reprimida (aunque estamos mejor que en la época de Sabina Spielrein), pero no tanto.

Los fundamentalistas de las principales religiones monoteístas condenan el placer sexual: es tan bestial que en el islam a la mujer se la obligue a usar la burka, se la azote si muestra alguna parte del cuerpo en público, como lo es que en el judaísmo las mujeres religiosas deben usar largas polleras y el cabello cubierto, y los fines de semana no usar transporte ni luz, como si se viviera en plena Edad Media, es tan bestial que la iglesia católica inculque el sexo como Pecado.

Estas pautas o mandatos, no ayudan en nada, mejor dicho si ayudan. ¿A qué? A reprimir la sexualidad. A sentirse “sucio” por tener deseo sexual. A sentirse “perverso”.

Los estragos que produce la represión sexual en el individuo son infames, y si ese individuo tiene suerte de darse cuenta por sí mismo que eso que le han inculcado lo debe de “vomitar”, podrá tener una sexualidad sana y saludable. Pero no todos pueden, y se quedan instalados en el lugar de una sexualidad enferma.

Lugar aparte para los no heterosexuales, quienes siguen siendo discriminados como seres enfermos, pervertidos. La sociedad los estigmatiza, los condena. Existe un cúmulo de nefastos predicadores que han escrito libros acerca de cómo “curar” la homosexualidad. (Ellos sí deberían de ir a la hoguera).

Volviendo a Carl Jung, éste enfatizó la conexión funcional entre la estructura de la psique y sus manifestaciones culturales incorporando en su metodología nociones procedentes de la antropología, la alquimia, los sueños, el arte, la mitología, la religión y la filosofía.

Todo comenzó durante unas vacaciones de verano en las cuales acontecieron dos sucesos los cuales irían conformando el destino y evolución profesional de Jung. La ruptura por la mitad de una mesa redonda de nogal, con setenta años de antigüedad, en presencia de su madre, hermana y criada, y catorce días después, un aparador, mueble originario del siglo XIX. En su interior se hallaba la cesta del pan, rectangular, dispuesta de tal modo que en una esquina se encontraba el mango del cuchillo y en las otras tres, los tres trozos en que había quedado dividido el utensilio. Descartándose causalidades al uso, supieron de ciertos familiares inmersos en prácticas espiritistas, y de una médium de poco más de quince años, los cuales decían querer ponerse en contacto con él.

Ante la pregunta «¿qué sucede en la enfermedad mental?», Jung se encontrará por entonces, dado el estado de avance de la disciplina a inicios del siglo XX, con una labor de abstracción de la personalidad enferma y un reduccionismo dirigido a diagnósticos, descripción de síntomas y estadísticas. La psicología del enfermo mental y su correspondiente individualidad implícita eran inexistentes.

Será en este contexto donde comience a elaborar y aplicar su famosa prueba de asociación o experimento de asociación de palabras que lleva su nombre.

La prueba consiste en que al paciente se le va leyendo una lista de conceptos, y él debe (mediante asociación) responder lo primero que le viene a la mente. Si demora esa respuesta, se asume que ese concepto es traumático para el paciente. Se miden con precisión los tiempos de respuesta a cada concepto.
Jung y Freud.
  1. Lo que más le interesó a Jung fue la aplicación del concepto de represión como mecanismo de defensa, trasladado desde el campo de la neurosis al de los sueños. Y es que en sus propios experimentos de asociación de palabras, también Jung hallaba represiones a la hora de emitirse respuestas ante la sugerencia de determinados términos: o no se producían o el tiempo de reacción era comparativamente amplio. El experimentador se hallaba en este caso ante un complejo del paciente, lo cual no hizo más que constatar las mismas conclusiones a las que llegara Freud desde lo onírico.
  2. Sin embargo, ya desde sus inicios Jung mantuvo su oposición a que la causa de la represión se hallara en el trauma sexual. Constantemente podía corroborar en su propia consulta cómo existían numerosos casos que no se avenían a la sexualidad como etiología.
Freud no se preguntó nunca por qué debía hablar constantemente sobre el sexo, porque este pensamiento le poseía. Nunca tendría consciencia de que en la «monotonía del significado» se expresaba la huida de sí mismo, o de aquella otra parte suya que quizás pudiera definirse como «mística». Sin reconocer esta parte no podía sentirse acorde consigo mismo. Era ciego frente a la paradoja y la ambigüedad de los significados del inconsciente, y no sabía que todo cuanto emerge del inconsciente posee algo superior e inferior, algo interno y externo. Cuando se habla de lo externo —y esto hizo Freud— se considera sólo la mitad de ello y, consiguientemente, surge en el inconsciente una fuerza antagónica. - Carl Gustav Jung. Recuerdos, sueños, pensamientos
(Wiki)

Volviendo a Sabina Spielrein, en cuanto dejó de vivenciar su sexualidad con culpa y represión, dejó de tener aquellos episodios y fue dada de alta. Más adelante, ella misma estudió psiquiatría.

Para concluir, todo lo que esté asociado a Represión, no resulta saludable.

En todos los aspectos de la vida. Y los mayores estragos se ven en el aspecto sexual.

Anna Donner Rybak © 2012
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...