Hace diez
años se veía venir.
Claro que
esto sólo lo veían pocos, las mayorías decían: “Qué horrible la Ciudad Vieja”,
o, “Ahí de noche sos boleta”, o, “Qué deprimente un domingo ahí”, con todos los comercios cerrados, las calles
llenas de basura, la rambla portuaria, la Plaza Zabala, el viejo hotel
Alhambra, todos edificios invadidos con olores a orines.
La calle
por la que circulaban ómnibus y trolleys era Sarandí, continuación de 18 de
Julio, parte de la Cuchilla Grande,
que termina en la escollera.
La calle “viva” era Colón. Ese mini centro, que
iba desde Colón y Cerrito hasta Colón y Buenos Aires. Ahí estaban todas las
marcas, todos los proveedores al “por
mayor”.
“Yo ahí no viviría ni loco”, “Qué barrio más horrible”, “Yo a tu casa no voy porque capaz me
descuartizan vivo”.
Sin
embargo, a estas “cortas cabecitas”
les era imposible avizorar que la Ciudad
Vieja geográficamente es un punto estratégico. Península, mar
sur, este y norte, alguien seguramente tendría pensado algo. Porque no es fácil
encontrar zonas de belleza natural, y la consecuencia lógica es que alguien
haga algo con eso. Sí, se veía venir.
Todo arrancó
en 1989, con las dos primeras cuadras de Sarandí. Hasta la Plaza Matriz. Comenzaron las
obras de la peatonal.
La feria de
Antigüedades de los sábados en la
Plaza.
¿Ojo por ojo diente por diente?
Fue por
aquellos tiempos que nació el proyecto “Zona
Azul”. Zona Azul mató a Colón. Así fue. Al no poder conseguir lugar para
estacionar paulatinamente todo ese movimiento fue disminuyendo. Cada día un
negocio cerraba sus puertas. Colón agonizaba. De ver esas cuadras rebozantes de
peatones, vidrieras, pasamos a ver muchas cortinas bajas, y vestigios de “lo que fue”. Hoy Colón no existe, y se
mudó a Villa Muñoz (le dicen “El Barrio
de los Judíos”; a mi ese nombre no me gusta, no sé, no me gusta)
Mientras
Colón moría la Ciudad Vieja
comenzaba su proceso de mutación.
Se continuó
con la peatonal, lo cual permitió que “La Pasiva”
y otros pusieran mesas en la Plaza Matriz.
Paralelamente,
comenzaron los primeros reciclajes de las viviendas ocupadas en la rambla
portuaria.
Más
adelante, continuaron las obras de La Peatonal Sarandí
hasta la calle Zabala. Los reciclajes comenzaron en el corazón mismo de la Ciudad Vieja, paso a paso,
centímetro a centímetro.
Sarandí ya
no era aquella calle que después de la Plaza
Matriz no tenía vida, y sólo quedaban vestigios de otras
épocas.
Sarandí iba
mutando, y se iba llenando de boliches, de mesas, de artesanos, de espectáculos
callejeros.
Hasta que
sucedió.
La Peatonal se extendió definitivamente hasta
Pérez Castellanos, y luego hasta el Mercado del Puerto.
Los viejos
edificios, sólo en el recuerdo.
Las
principales firmas de ropa y otros se instalaron en la Peatonal Sarandí.
Con un perfil de exclusividad dirigido hacia turistas y decoración impecable. Todos
están hoy ahí. Todos tienen una sucursal en la Peatonal Sarandí
y eso es “más”.
La rambla
portuaria se ve diferente. No queda un solo edificio ocupado, todos han sido
reciclados.
Los precios
de las propiedades seguramente se incrementaron.
Y el broche
de oro es la remodelación del ex Mercado Central, donde se erigirá la sede de la Corporación Andina
de Fomento.
La
intención del giro que dio a la Ciudad Vieja
es clara. De ser un “barrio pichi”,
es EL BARRIO EJECUTIVO.
Sin embargo
hay un aspecto que nadie tuvo en cuenta, o quizá sí, pero optaron por las
ganancias en lugar del paisaje y la creación de algo sublime.
No es
novedad a estas alturas “lo que dejan”
los depósitos como Supramar S.A., y otros. Si dejarán; que los insolentes
containers se han dado el lujo de tapar la magnífica y casi única vista a una
de los pocas bahías naturales del mundo y a nadie parece molestarle el asunto.
Esos depósitos
de contenedores, son … mejor cuento una pequeña anécdota.
Trabajaba
yo por cierta consultora en la Dirección
Nacional de Aduanas, cuando se me encargó hacer un software
para que asignara de modo randómico a los “verificadores
de depósito”. Parece que la mano venía tan pesada que poco menos que se
sacaban los ojos, porque no era lo mismo ir a “verificar” un depósito que otro. Entonces comprendí “lo” que debería de moverse en aquellas
transacciones.
Sin contar,
además, que se tuvo que enrejar el centro de cómputos puesto que los
Despachantes de Aduana si se enlentecía parte del trámite de Importaciones se
nos metían y no digo que nos fueran a matar pero casi. Una horda de
Despachantes se nos venía encima, y tal era la magnitud del impacto que se puso
una reja igual a las de la cárcel para
que esos tipos no pudieran pasar. Una
importación que demorara un día y estos tipos perdían ni me quiero imaginar
para que intentaran “atentar” contra
nuestra vida.
¿Cuál es el
precio de todo esto HOY? Los containers tapan la vista a la bahía, pero además,
como ya no había lugar, cometieron la atrocidad de rellenar la bahía (ganarle
espacio al mar), peligrando las funcionalidades de nuestro puerto, calificado
como “Puerto de aguas profundas”, y
arruinando para siempre una de las bahías naturales más hermosas del mundo.
Una de las
bahías más hermosas del mundo en la cual podría haberse construido un “Puerto Madero”, (Puerto Bahía lo llamo
en mis ficciones), que hubiera convertido
a la Ciudad Vieja
y a Montevideo en la ciudad más linda del mundo.
Si vemos
que “Puerto Madero”, que carece de
bahía, que la costa del Río de la
Plata en la vecina orilla nunca fue de lo más bello, y nos
imaginamos por un instante que en el espacio en donde hoy están los
contenedores podrían ubicarse apartamentos para vivir, oficinas muy
importantes, edificios de Carlos Ott, nos damos cuenta de que se ha perdido:
a) un
paisaje natural casi único en el mundo.
b) una zona
para emplazar oficinas y viviendas con una vista sin precedentes.
c) que “Puerto Bahía” le diera brillo a la República Oriental
del Uruguay y a Montevideo.
Me pregunto
si Vale lo que Cuesta. Me queda muy claro que cuando de “contenedores” se trata, “todo
está permitido”.
Hace diez
años se veía venir.
Si “asesinaron” la bahía y están impunes.
Qué
lástima.
Anna Donner
Rybak © 2012