Bajo los rótulos “Tolerancia”,”Diversidad”, un montón de individuos pululan por el mundo excusando sus conductas erróneas. Pero, la verdad es que ellos no quieren o no pueden, hacerse cargo de las mismas.
Cuántos enarbolan las banderas de la Verdad, cuán noble comportamiento. Del mismo modo que la de la Mentira Piadosa. (¡Mentime que me gusta!). Individuos que no pueden o no quieren reconocerse ante sí. Pasan años construyendo castillos en el aire, y al fin, se los terminan creyendo, de tan convincentes que les suenan.
Esto sucede, por diversidad de razones. La principal, resulta muy duro percibirse-a-si, con las propias alegrías y miserias. Hay que estar preparado para mirar para adentro, con objetividad y lucidez. La aceptación personal es un largo camino, plagado de riscos, y precipicios. Ni que hablar cuando otro, con la mejor intención trata de ayudar. ¡Cuán mal uno reacciona!
Porque a uno no le gusta que le muestren “el espejito”. Entonces, ve en los espejos de los demás, las cosas que no está (aún) preparado para aceptar. Y si algún afecto cercano, le marca un error, porque lo quiere, será tan necio que no reconocerá esa acción, y la canalizará en un: “¡Ah, cómo me tortura, qué reiterativo qué la parió! ¡Lo que pasa es que es un Intolerante!”
Pero, yendo un poco más allá, el individuo en cuestión no percibe que ese afecto cercano por algo le está marcando su error. Si pudiese vislumbrar un poco más allá de sí, y de su ombliguismo, y ponerse en el lugar del otro, sólo así (quizá), comprenderá que la marca del error no es un ataque personal.
Sucede, que aceptar que ese otro tiene razón, le implicará tener que aceptarse, por ende, aceptar que está cometiendo un error, que tanto tiempo intentó tapar. Existe una sutil frontera entre los conceptos “Diferencia” y “Error”. Pero no por ser sutil es menor.
Anna Donner © 2007
Cuántos enarbolan las banderas de la Verdad, cuán noble comportamiento. Del mismo modo que la de la Mentira Piadosa. (¡Mentime que me gusta!). Individuos que no pueden o no quieren reconocerse ante sí. Pasan años construyendo castillos en el aire, y al fin, se los terminan creyendo, de tan convincentes que les suenan.
Esto sucede, por diversidad de razones. La principal, resulta muy duro percibirse-a-si, con las propias alegrías y miserias. Hay que estar preparado para mirar para adentro, con objetividad y lucidez. La aceptación personal es un largo camino, plagado de riscos, y precipicios. Ni que hablar cuando otro, con la mejor intención trata de ayudar. ¡Cuán mal uno reacciona!
Porque a uno no le gusta que le muestren “el espejito”. Entonces, ve en los espejos de los demás, las cosas que no está (aún) preparado para aceptar. Y si algún afecto cercano, le marca un error, porque lo quiere, será tan necio que no reconocerá esa acción, y la canalizará en un: “¡Ah, cómo me tortura, qué reiterativo qué la parió! ¡Lo que pasa es que es un Intolerante!”
Pero, yendo un poco más allá, el individuo en cuestión no percibe que ese afecto cercano por algo le está marcando su error. Si pudiese vislumbrar un poco más allá de sí, y de su ombliguismo, y ponerse en el lugar del otro, sólo así (quizá), comprenderá que la marca del error no es un ataque personal.
Sucede, que aceptar que ese otro tiene razón, le implicará tener que aceptarse, por ende, aceptar que está cometiendo un error, que tanto tiempo intentó tapar. Existe una sutil frontera entre los conceptos “Diferencia” y “Error”. Pero no por ser sutil es menor.
Anna Donner © 2007