martes, 20 de julio de 2010

Mi primer testimonio de un acto de violencia: Dionisio Díaz.


Estábamos en cuarto año de primaria. Casi todos teníamos nueve años. Un día, nuestra maestra Cándida nos contó la historia de Dionisio. Imaginen entonces, cómo quedamos después que nuestra maestra nos contó que El Abuelo (figura hasta ese momento tierna y angelical, que despierta ternura, contención y seguridad), había matado a varios integrantes de su familia: A su hija. “¿Cómo Un Abuelo puede matar un hijo?” Como éramos niños, creíamos que en una familia todos se amaban. Pero la historia de Dionisio, demostraba todo lo contrario: él trató de interceder al ver al Abuelo queriendo matar a su madre, y recibió por su parte varias cuchilladas. Y a pesar de esto, su máxima prioridad fue salvar a su hermanita, un bebé aún. La maestra nos contó que Dionisio atravesó el campo, herido, cargando a su hermana. Hablamos de un niño de 9 años, solito por el campo, herido por Su Abuelo, que se suponía que lo amaba. Dionisio entregó a su hermana, y al poco rato, murió.

Podrán imaginar el impacto que causó en nuestras mentes infantiles la historia de Dionisio. Porque, se abría para nosotros, aún niños, un mundo horrible y nuevo: ¿Un Abuelo podría querer matar a su propia descendencia? ¿A su nieto que según él adoraba? Ese fue el instante que comenzamos a dejar de ser niños.

Claro, tampoco sabíamos que estas historias seguían ocurriendo entonces, y lo peor, siguen ocurriendo hoy, en pleno siglo XXI.

En ese entonces (año 1976), por estar en plena dictadura, y por tapar las cosas, lo cierto es que las historias de violencia doméstica se daban poco a conocer. Las mujeres tenían miedo, además; ¿quién iría a creer que un marido adorable fuera capaz de maltratarlas? Lo cierto es que, ellas no se animaban a hablar, porque el castigo sería peor.

Un paso más ha dado la sociedad hoy: Ahora el tema tiene un nombre: “Violencia Doméstica”. Muchas organizaciones de ayuda a mujeres víctimas de la violencia y abuso de sus familiares, hicieron que ellas revelaran sus historias. Ha salido pues, a la luz, este acto infame que cometen muchos seres violentos con sus esposas, e hijos, pegándoles, incluso llegando hasta la muerte, en muchos casos.

De todos modos, resta mucho por hacer. Porque cada día vemos en el informativo por lo menos un hecho de violencia doméstica. El tema parece crecer exponencialmente. Y además, no es una cuestión de clases sociales.

Este mes hicieron dos años del caso de una contadora llamada Claudia, cuyo marido había tramado junto a su amante, matarla. Hubo dos intentos. El primero, cuando Claudia y su marido salían a celebrar su aniversario, el marido bajó antes, y una mujer entró al departamento de Claudia intentando matarla. No pudo lograrlo. Claudia fue internada, y entonces en un segundo intento la agresora penetró en las instalaciones del sanatorio donde Claudia estaba internada, con un disfraz de enfermera, y le inyectó una sustancia poderosísima. Claudia se salvó de milagro. Así, pues, su “amoroso marido”, pretendía matarla.

Claro, si la historia de Dionisio nos la hubieran contado hoy, nos habría producido el mismo efecto que cualquier otra de la crónica roja. Pero en la mente de un niño….

Pero la sorpresa mayor que me llevé fue cuando leí que Ángel María Luna padre, era maestro rural del pueblo El Oro, y fue uno de los últimos que vio a Dionisio con vida. Esto lo supe hace dos días, después de leer “Las dos muertes de Dionisio Diaz” de Matías Castro.

Angel María Luna padre, nos visitaba con periodicidad en cuarto año de escuela, el año que nuestra maestra Cándida nos reveló la historia.

Anna Donner ©2010

Bibliografía y Fuentes:

“Las dos muertes de Dionisio Díaz” Matías Castro.
“Voces anónimas”.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...