Hoy les traigo un tema nada original, sino reiterativo. No obstante, ¿qué tan dañino puede ser escribir otro artículo "más de lo mismo", cuando estamos sometidos a una alienación tan brutal proveniente de los medios y en particular, de nuestra televisión? Lo cierto es que, nunca había tenido que ver más de quince minutos de la clásica programación vespertina. hasta la semana pasada.
Mi shock fue brutal. Una cosa era que los otros me hablaban ene veces de los infiernos televisivos. Algo así como estar en la vereda de enfrente de los lamentos. Lo cierto es que, por una circunstancia que no viene al caso narrar , esta última semana me he visto obligada a convivir con esas delicias vespertinas. Al cabo del tercer día, me sentí acorralada, de la T V emergía un pulpo con siniestros tentáculos, y las puntas tenían formas de cabezas de muñeco.
Los tontos androides se movían con una rigidez espeluznante, maquillados con un blanco mimo, las conductoras y entrevistadas tan duras que parecían estar contra un paredón, muecas inauténticas, sonricillas estúpidas, eso sí, luciendo todas a la última moda, y con sus raros peinados nuevos. ¿Cuántas de ellas son dueñas de unos labios tan inflados por el botox, o de una dentadura propia de un equino? (sino fíjense en Mariana Fabbiani o Paula Robles). (Y también está esa que no se puede reir demasiado porque se le mueven las orejas).
Tan buenos réditos dan programas del giro de Intrusos, que Jorge Rial y Viviana Canosa tienen como mínimo cinco panelistas. (Y una se queja porque faltan fuentes de trabajo). Parece que cruzando el charco, cualquier imbécil está habilitado para sonreír tontamente y ser "comunicador" (pobres los de verdad, escondidos bajo la vergüenza y la sombra de estos pseudo comunicadores de pacotilla).
En el peldaño más inofensivo de la escalera de peligro de ahogo neuronal, se posicionan algunas irreverencias, como por ejemplo un puñado de ex modelos que poseen programa de cable propio. A primer golpe de vista, una se imaginaría algo no digo inteligente pero al menos interesante. Pues no, mis queridos. Son los mil y un modos de hacer manualidades, o repetir hasta el cansancio porqué tu bebé no puede dormir. Como si una pudiera aprender a ser madre viendo "Mi Bebé" por Utilísima Satelital. Lo más patético del asunto es que algunas creen que efectivamente lo hacen.
Ya ascendiendo por la escalera del peligro, tenemos los que se comen todas las horas: Intrusos y afines. Y debo de confesarles algo. Al final le voy a terminar haciendo un monumento a Jorge Rial, porque la pasa fenómeno y se llena de oro. Es que, mis queridos lectores, soy medio mal bicho. ¡Ojalá yo ganara tanto dinero por tomarle el pelo a los demás, y me la pasara tan divertida en mi trabajo a costa de mis propias notas! Debo de reconocer ese talento, no es un tema menor. Y, no menos importante resulta el más que evidente convenio de Rial con Marcelo Tinelli. El dueño del raiting nocturno nutre al dueño del raiting vespertino, trabajando en equipo y potenciándose mutuamente. Retroalimentado el último al primero, e irremediablemente habiendo entrado en un espiral sin retorno de aniquilación de neuronas. (Claro, no las suyas). ¿Qué creían? Ya sabemos que es fácil hacer experimentos con las neuronas ajenas. Es de público conocimiento que Tinelli no consume los productos que vende, me he visto gratamente sorprendida por algunas producciones de Ideas del Sur como "Costumbres Argentinas", o "Los Roldán". Humor fino, soez, sutil.
Ascendiendo por la escalera, no ocupa un sitial nada menor el manejo del vocabulario. Y ustedes saben que yo de moralista no tengo nada. Pero, lo cierto es que me resulta muy fuerte escuchar de esas boquitas decir con el mismo desparpajo - ¡Oh, es una hermosa tarde!- o - El "ogro" llevó al "gato" de turno a una reunión familiar.-
Igual todo está controlado, queridos míos, puesto que ¡Hay censura! Este último tema amerita para escribir una columna completa, pero hoy sólo me voy a remitir al absurdo de la situación. Mientras nuestros tímpanos se regocijan con la dulzura de algunas expresiones, tranquilos, porque no nos muestran el libidinoso baile del Caño, sino unos cuadraditos negros muy monos.
Pero la frutilla de esta torta, y situándose en el último peldaño se encuentra la maravillosa Cris Morena. Sus grandilocuentes producciones vienen matando a nuestros hijos desde los años 90. Debo decirles, nobleza obliga, que las primeras veces que mis hijas vieron Chiquititas, yo creí que aún iba a poder disuadirlas de tan nefasto asunto. Pero luego caí en la cuenta que no tenía sentido, porque al día siguiente, todas sus compañeritas de escuela estarían comentando los insucesos ocurridos allí la víspera, e igual se conectarían con el horror de la historia del huerfanito que fue abandonado en un hogar, y puesto en el horno por la malvada bruja encargada. Además, para poder hacer algo, lo primero sería ponernos de acuerdo todas las madres y tomar acciones colectivas al respecto de la televisión que pueden consumir nuestros hijos. Cuestión que resulta quasi imposible porque en las reuniones de padres del colegio me han confesado que les encanta Patito Feo y no se pierden ningún capítulo.
He llegado a la conclusión de que en Cuba, o en la ex Unión Soviética seguramente los niños llevaban una vida más sana.
No es menor el tema, sino más bien una catástrofe, y lo peor es que creo muy poco podemos hacer.
Mi shock fue brutal. Una cosa era que los otros me hablaban ene veces de los infiernos televisivos. Algo así como estar en la vereda de enfrente de los lamentos. Lo cierto es que, por una circunstancia que no viene al caso narrar , esta última semana me he visto obligada a convivir con esas delicias vespertinas. Al cabo del tercer día, me sentí acorralada, de la T V emergía un pulpo con siniestros tentáculos, y las puntas tenían formas de cabezas de muñeco.
Los tontos androides se movían con una rigidez espeluznante, maquillados con un blanco mimo, las conductoras y entrevistadas tan duras que parecían estar contra un paredón, muecas inauténticas, sonricillas estúpidas, eso sí, luciendo todas a la última moda, y con sus raros peinados nuevos. ¿Cuántas de ellas son dueñas de unos labios tan inflados por el botox, o de una dentadura propia de un equino? (sino fíjense en Mariana Fabbiani o Paula Robles). (Y también está esa que no se puede reir demasiado porque se le mueven las orejas).
Tan buenos réditos dan programas del giro de Intrusos, que Jorge Rial y Viviana Canosa tienen como mínimo cinco panelistas. (Y una se queja porque faltan fuentes de trabajo). Parece que cruzando el charco, cualquier imbécil está habilitado para sonreír tontamente y ser "comunicador" (pobres los de verdad, escondidos bajo la vergüenza y la sombra de estos pseudo comunicadores de pacotilla).
En el peldaño más inofensivo de la escalera de peligro de ahogo neuronal, se posicionan algunas irreverencias, como por ejemplo un puñado de ex modelos que poseen programa de cable propio. A primer golpe de vista, una se imaginaría algo no digo inteligente pero al menos interesante. Pues no, mis queridos. Son los mil y un modos de hacer manualidades, o repetir hasta el cansancio porqué tu bebé no puede dormir. Como si una pudiera aprender a ser madre viendo "Mi Bebé" por Utilísima Satelital. Lo más patético del asunto es que algunas creen que efectivamente lo hacen.
Ya ascendiendo por la escalera del peligro, tenemos los que se comen todas las horas: Intrusos y afines. Y debo de confesarles algo. Al final le voy a terminar haciendo un monumento a Jorge Rial, porque la pasa fenómeno y se llena de oro. Es que, mis queridos lectores, soy medio mal bicho. ¡Ojalá yo ganara tanto dinero por tomarle el pelo a los demás, y me la pasara tan divertida en mi trabajo a costa de mis propias notas! Debo de reconocer ese talento, no es un tema menor. Y, no menos importante resulta el más que evidente convenio de Rial con Marcelo Tinelli. El dueño del raiting nocturno nutre al dueño del raiting vespertino, trabajando en equipo y potenciándose mutuamente. Retroalimentado el último al primero, e irremediablemente habiendo entrado en un espiral sin retorno de aniquilación de neuronas. (Claro, no las suyas). ¿Qué creían? Ya sabemos que es fácil hacer experimentos con las neuronas ajenas. Es de público conocimiento que Tinelli no consume los productos que vende, me he visto gratamente sorprendida por algunas producciones de Ideas del Sur como "Costumbres Argentinas", o "Los Roldán". Humor fino, soez, sutil.
Ascendiendo por la escalera, no ocupa un sitial nada menor el manejo del vocabulario. Y ustedes saben que yo de moralista no tengo nada. Pero, lo cierto es que me resulta muy fuerte escuchar de esas boquitas decir con el mismo desparpajo - ¡Oh, es una hermosa tarde!- o - El "ogro" llevó al "gato" de turno a una reunión familiar.-
Igual todo está controlado, queridos míos, puesto que ¡Hay censura! Este último tema amerita para escribir una columna completa, pero hoy sólo me voy a remitir al absurdo de la situación. Mientras nuestros tímpanos se regocijan con la dulzura de algunas expresiones, tranquilos, porque no nos muestran el libidinoso baile del Caño, sino unos cuadraditos negros muy monos.
Pero la frutilla de esta torta, y situándose en el último peldaño se encuentra la maravillosa Cris Morena. Sus grandilocuentes producciones vienen matando a nuestros hijos desde los años 90. Debo decirles, nobleza obliga, que las primeras veces que mis hijas vieron Chiquititas, yo creí que aún iba a poder disuadirlas de tan nefasto asunto. Pero luego caí en la cuenta que no tenía sentido, porque al día siguiente, todas sus compañeritas de escuela estarían comentando los insucesos ocurridos allí la víspera, e igual se conectarían con el horror de la historia del huerfanito que fue abandonado en un hogar, y puesto en el horno por la malvada bruja encargada. Además, para poder hacer algo, lo primero sería ponernos de acuerdo todas las madres y tomar acciones colectivas al respecto de la televisión que pueden consumir nuestros hijos. Cuestión que resulta quasi imposible porque en las reuniones de padres del colegio me han confesado que les encanta Patito Feo y no se pierden ningún capítulo.
He llegado a la conclusión de que en Cuba, o en la ex Unión Soviética seguramente los niños llevaban una vida más sana.
No es menor el tema, sino más bien una catástrofe, y lo peor es que creo muy poco podemos hacer.