Parecería estar bastante clara la frontera entre las izquierdas y las derechas. Los machitos de estirpe; conservadores, capitalistas, religiosos, decentes y virtuosos; O los progresistas, socialistas, trabajadores, ateos, transgresores, atrevidos, e idealistas. Los "malos"; O los "buenos". Los opresores, tecnócratas "sin corazón"; O los oprimidos, poetas, y soñadores.
Pero este burdo razonamiento cae por su propio peso. Todas las personas tienen su costado que desencaja, y eso está muy bien, sino, seríamos todos muy predecibles. Después de todo, los clichés de los cuentos de hadas, "Los sueños se hacen realidad, sólo hay que ir tras ellos", no son tan absurdos.
Lo que sucede es que existen bastantes matices en las ideas, o filosofías, y cada uno debe de tomar lo que le sirve de cada una. Para luego, tener la capacidad y valentía de acordar o discernir. Hecho que va labrando el acta de la individualidad, y que nos distingue de nuestro vecino; no somos esencias definidas A priori.
Es cuestión de adecuar la filosofía al tiempo, y no el tiempo a la filosofía, y la filosofía a las personas y no las personas a la filosofía.
Lo que entonces debería ser evitado, es la confusión. (Aunque muchos viven de confusiones ajenas). Esto sucede cuando no están claros los principios, y esa idea/filosofía/persona no asume correr riesgos totales: "Yo no discrimino a nadie, pero me mato si mi hijo me sale puto"; la libertad de los pueblos, desde la alegría encontrada en el trabajo; los progresistas amigos de Mahmud Ahmadineyad; el amor más allá de la muerte; el veto a la ley de salud reproductiva por parte de nuestro presidente de izquierda.
La confusión generada por los discursos grandilocuentes que nos transmiten mensajes difusos, son caldos insípidos, y el nuevo contexto en que toca ir eligiendo.
Aunque muchos son condenados lo peor: no tomar partido alguno. Por cobardía, falta de coraje, miedo al "qué dirán".
La incapacidad de ser fiel a uno mismo, asumiendo las miserias propias de nuestra condición humana, en la cual estamos, irremediablemente, inmersos.
Pero es posible también ser coherente, defendiendo las propias ideologías, explicándolas, trasmitiéndolas, atreviéndose. Transgrediendo las normas, y los prejuicios. Teniendo la conciencia tranquila, por ser totalmente libre, a pesar de todo.
Anna Donner ©2008
Pero este burdo razonamiento cae por su propio peso. Todas las personas tienen su costado que desencaja, y eso está muy bien, sino, seríamos todos muy predecibles. Después de todo, los clichés de los cuentos de hadas, "Los sueños se hacen realidad, sólo hay que ir tras ellos", no son tan absurdos.
Lo que sucede es que existen bastantes matices en las ideas, o filosofías, y cada uno debe de tomar lo que le sirve de cada una. Para luego, tener la capacidad y valentía de acordar o discernir. Hecho que va labrando el acta de la individualidad, y que nos distingue de nuestro vecino; no somos esencias definidas A priori.
Es cuestión de adecuar la filosofía al tiempo, y no el tiempo a la filosofía, y la filosofía a las personas y no las personas a la filosofía.
Lo que entonces debería ser evitado, es la confusión. (Aunque muchos viven de confusiones ajenas). Esto sucede cuando no están claros los principios, y esa idea/filosofía/persona no asume correr riesgos totales: "Yo no discrimino a nadie, pero me mato si mi hijo me sale puto"; la libertad de los pueblos, desde la alegría encontrada en el trabajo; los progresistas amigos de Mahmud Ahmadineyad; el amor más allá de la muerte; el veto a la ley de salud reproductiva por parte de nuestro presidente de izquierda.
La confusión generada por los discursos grandilocuentes que nos transmiten mensajes difusos, son caldos insípidos, y el nuevo contexto en que toca ir eligiendo.
Aunque muchos son condenados lo peor: no tomar partido alguno. Por cobardía, falta de coraje, miedo al "qué dirán".
La incapacidad de ser fiel a uno mismo, asumiendo las miserias propias de nuestra condición humana, en la cual estamos, irremediablemente, inmersos.
Pero es posible también ser coherente, defendiendo las propias ideologías, explicándolas, trasmitiéndolas, atreviéndose. Transgrediendo las normas, y los prejuicios. Teniendo la conciencia tranquila, por ser totalmente libre, a pesar de todo.
Anna Donner ©2008