martes, 20 de julio de 2010

Desamor no aceptado.


Puedo amarte hasta la muerte,

Comprando el mundo y las estrellas para vos.

Puedo amarte hasta los confines del universo,

Acercándome hasta el infinito.

Pero si no me amas,

Nada puedo hacer al respecto.

No puedo amarte por los dos,

Para inventar tu amor hacia mí.

No existe tristeza más profunda que enamorarse de la persona equivocada.

Acostarse, levantarse, verlo en la heladera, la sopa, pensar todo el día en él.

Y él. nada.

O al menos ni la milésima parte de lo que a una le provoca.

No debe de haber karma más terrible que sentirse incapaz de enamorar a quien una ama.
El ego queda más aplastado que una cucaracha rastrera, y una siente que no vale ni medio vintén.

Una se debate, una y mil veces, preguntándose qué falló, qué faltó para que él no se apasionase.
Se trata de un largo camino de aceptación de lo que sucedió (no).

Pero, de amor nadie se muere. "Eso" también pasa, y una resurge de sus cenizas como el ave Fénix, y como todo en esta vida; deja atrás, resultando el tiempo ser el más importante aliado.

Es un duelo, y como tal, debe de ser vivido en todas sus etapas, desde ese día infernal, en donde una nada vaticinaba.

Ese día que se había levantado igual que tantos otros días, ese día en que estaba totalmente desprevenida.

Esa noche que con su puñal asesino, él le dijo que no la amaba.

Así como cuando una recibe la noticia de la muerte de un ser querido.

Primero se resiste a creer que ello de verdad ha ocurrido, hasta que, con el paso de los días, va comprobando que esa persona ya no está; que se fue para no volver.

Es un duelo, y como tal, luego de un sufrimiento bien desgarrador, toca aceptar, y conectarse con el dolor más profundo, la herida está en carne viva.

Pero, ¿qué pasa con quien nunca es capaz de llegar a asumir la sangrienta verdad?

¿Qué sucede con quien se queda, patológicamente instalada en un lugar del sufrimiento y no puede ver más allá?

"El rechazo por parte de él aumentó su obsesión, y su instinto posesivo empezó a materializarse en un acoso infernal. En su mundo imaginario, no tenía cabida la posibilidad del desamor. Buscó culpables ficticios, y decidió vengarse de todos. Sin tener clara la frontera de su paranoia, empezó con llamadas de teléfono. Trató de entrometerse y desestabilizar todas las esferas de la vida de su víctima. Sintiéndose menospreciada, ella fue incapaz de asumir que él no la elegía. Comenzó a escalar un espiral sin retorno, una pesadilla de violencia, un torbellino de odio y de locura. Se dedicó a amenazar a todos, haciéndose pasar por víctima y luego buscando aliados para completar un fin último y trascendental. Un plan tan siniestro como escalofriante: hervirle el conejo. "
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