martes, 20 de julio de 2010

Mariana.


Fuente: Diario La República.

http://www.larepublica.com.uy/politica/404323-maria-ester-gatti-inauguro-biblioteca-y-festejo-el-cumpleanos-de-mariana

Emoción. A los 92 años, junto a su nieta y compañeros, María Ester dio anoche una lección de vida.

María Ester Gatti inauguró biblioteca y festejó el cumpleaños de Mariana.

"No hay que perder jamás la esperanza y tampoco la decisión de luchar". Con esa frase emocionada María Ester Gatti de Islas, a sus 92 años, celebró anoche dos acontecimientos: la inauguración de su tercera biblioteca y el cumpleaños 35 de su nieta, Mariana Zaffaroni.

Gabriel Mazzarovich |

Celebrar la vida. Mariana y María Ester ayer en el Residencial San José.

Ayer a las 20 horas un grupo de amigos y compañeros decidieron acompañar a María Ester Gatti de Islas en la inauguración de la biblioteca "Byblos", en el residencial San José, de la zona del Prado donde vive.

Además de la inauguración de la biblioteca se realizó un sencillo y muy emotivo homenaje a los 92 años de esta mujer digna y luchadora. La fecha coincidió con el cumpleaños 35 de su nieta, Mariana Zaffaroni que vino especialmente desde Buenos Aires para estar presente.

La emoción fue el sentimiento dominante de toda la noche, los concurrentes unos 70, cubrían todo el espectro generacional, desde niños muy pequeños, hasta contemporáneas y contemporáneos de María Ester, entre ellos varios de sus compañeros del residencial.

Además de Mariana, estaban entre los presentes Macarena Gelman y Sara Méndez.

Primero se inauguró la biblioteca, luego se pasó a un sencillo salón, allí tuvo lugar el homenaje, sorpresa para la homenajeada. El primero en hacer uso de la palabra fue el escritor José María Obaldía, miembro de la Academia Nacional de Letras.

Obaldía emocionado como todos los presentes explicó que "en momentos como este, lo más difícil es encontrar palabras, siempre lo intento y siempre fracaso, ninguna me parece suficiente". Obaldía destacó que María Ester "es una maestra, fundadora de bibliotecas, nada menos. Pero además es una heroína, un ejemplo de dignidad". "Sólo me queda recuperar viejas palabras, y la que me parece más adecuada es gracias. Gracias en esta noche de alegría", finalizó.

Posteriormente hizo uso de la palabra María Elena Passegi, una de las organizadoras del homenaje. Passegi hizo una breve y emocionada semblanza de la vida de María Ester. Recordó que se graduó de maestra a los 17 años y que no pudo ejercer durante cinco años porque la dictadura de Terra exigía a los funcionarios públicos expresar lealtad al régimen, cosa que María Ester jovencita se negó a hacer.

Otro aspecto destacado fueron los 36 años de maestra en la escuela pública, vocación que mantuvo y defendió durante toda su vida.

Passegi señaló también que ante la desaparición de su hija, su yerno y su nieta, "María Ester supo transformar el dolor en lucha y ha sido y es un ejemplo de dignidad".

Rememoró su participación desde los primeros momentos en la lucha por verdad y justicia, primero en solitario, incluso concurriendo sola a enfrentarse con José Nino Gavazzo para tratar de saber algo sobre sus seres queridos y luego, integrando el núcleo fundador de la Asociación de Madres y Familiares de Desaparecidos.

En el marco de ese compromiso de siempre, María Ester presidió junto a Elisa Dellepiane y Matilde Rodríguez, viudas de Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, la Comisión Nacional por la Derogación de la Ley de Caducidad, y encabezó la campaña de recolección de firmas y luego del Voto Verde en el referéndum de 1989.

Al finalizar las palabras le obsequiaron un enorme ramo de flores a María Ester y parecía que la noche llegaba a su fin. Pero faltaba mucho.
A dúo con Viglietti.

María Ester escuchaba emocionada sentada en una silla frente a todos sus compañeros y amigos. En ese momento se sentó a su lado Daniel Viglietti. María Ester lo recibió con un "hace mucho tiempo Daniel". Viglietti respondió "Sí, María Ester, mucho tiempo".

Desde la enorme dignidad de sus 92 años, María Ester, en un hermoso vestido y con sus hermosas canas peinadas con raya al costado, decidió entonces hablar.

Con voz suave pero firme y sin micrófono dijo: "No se sabe a quién elegir para recordar aquellos tiempos. Hoy hay que tener alegría por los que estamos y por los compañeros que no están. Ellos están aquí con nosotros escuchando estas cosas tan lindas que se están diciendo y compartiendo la alegría. Pido un aplauso, bien fuerte, para los que no están". No quedó nadie sin aplaudir, ni los niños, que jugaban. La mayoría de los presentes no podía ni quería contener las lágrimas. Un niño pequeño miraba a su madre llorar y el también se puso serio y aplaudió con gesto convencido. María Ester, continuó: "me acuerdo de aquellos años en que íbamos en las esquinas, con un pañuelo blanco, imitando un poco a las Madres de Plaza de Mayo, pidiendo verdad y justicia. La verdad y la justicia que han quedado un poco ahí, pero mucho ha pasado. Tenemos que seguir cumpliendo en el pasado, en el presente y en el futuro. Construir un país mejor. No hay que perder jamás la esperanza y tampoco la decisión de luchar".

El aplauso fue aún más fuerte, conmovía ver aquella mujer digna a sus 92 años, con la voz cortada por la emoción, mirando a todos y especialmente a Mariana, su nieta, que la escuchaba atenta.

Viglietti le dijo "¿Vamos?" y comenzó a cantar "Antojo". María Ester lo acompañó cantando y las primeras estrofas sonaron a declaración: "Las cosas que están pasando, es cosa de no creerlas, y eso que estuve esperando toda mi vida pa' verlas".

Luego siguieron "El diablo en el paraíso" y "La llamarada", esta última cantada a coro por todos los presentes.

Finalmente manos amigas acercaron una torta de cumpleaños, sobre el merengue blanquísimo, en trazos delicados de chocolate se leía: "Feliz cumpleaños Mariana".

La cumpleañera, Mariana Zaffaroni, enfundada en un jeans y un buzo gris se paró al lado de su abuela. Todos cantaron "Que los cumplas feliz". Y ahora sí, que el maestro Obaldía muestra su razón: no alcanzan las palabras.

Después se partió la torta, María Ester repartió tarjetas que tienen una foto de ella con Mariana y las fotos de su hija y su yerno desaparecidos. Empezó a sonar Silvio Rodríguez en el equipo de música y la emoción seguía allí casi corpórea en el aire.

***

Carta de Mariana.

QUIERO CONOCER A MIS PADRES

Y.... al fin llego el día... QUIERO CONOCER A MIS PADRES... y como solo puedo reconstruirlos les pido a uds, que los conocieron que me los acerquen.

De la misma forma, les pido que reenvíen este mail a otros compañeros y amigos que pudieron haberlos conocido (ya que no tengo el correo de nadie mas) para que me puedan contar cosas, chicas, grandes, importantes, nimias, de su militancia, de sus ideas, de lo que hacían y de lo que les gustaba, cualquiera para poder armar el rompecabezas de quienes eran. Cualquier pequeño detalle será bien apreciado, yo, lamentablemente no tengo de ellos ningún recuerdo, por eso agradeceré enormemente a todos Uds. que si los tengan, que los compartan conmigo.

Les ruego me disculpen si les pido que recuerden cosas dolorosas, si es así, lo sabré entender. Imagino que es difícil contestar sin ninguna pregunta concreta, la verdad es que tampoco se que preguntar... no se ¿que música les gustaba? ¿Que hacían cuando se juntaban con amigos? ¿Donde les gustaba salir a pasear? que se yo... ¿como eran conmigo?... bueno, no se... repito, cualquier historia será bien recibida.

Desde ya muchísimas gracias a todos.
Un beso.
Mariana Zaffaroni
Jorge Zaffaroni y María Emilia Islas.

Fuente: "Perdidos en el Bosque" de Alberto Silva

Quisieron borrar sus nombres, su entrega, sus confianzas, pero no hay quien pueda opacar la claridad del alba.

Quisieron apagar sus voces, sus consignas, sus ideas, pero no hay quien pueda amurallar la primavera.

Quisieron borrar sus rastros, arrancarnos a nosotros mismos, pero no hay quien pueda decretar la abolición del futuro.

Jorge y María Emilia anidan en el cálido espacio del cariño filial, en el puño cerrado que guarda su memoria, en el torrente de recuerdos en voces compañeras.

La familia de Jorge era numerosa, cuatro varones y dos mujeres. La casa de Carraco vivía llena de muchachos que alborotaban, que se divertían.

“Mi hermano fue una persona super alma, tranquila, serena desde niño. No era de esos varones que se la pasan jugando al fútbol en la calle, que se pelean y se pegan ¿no? Jorge era un tipo de sentarse a conversar, de jugar con nosotros, inclusive, con las mujeres. Recuerdo que jugábamos muchas veces a las muñecas, hacíamos comiditas y él hacía de padre. No le gustaban mucho los deportes, prefería leer. Fue un alumno brillante, hizo toda la escuela en el Old Christian y a mi madre siempre la llamaban para felicitarla, jamás para otra cosa.

No sé, era muy servicial, sobre todo muy compañero de mamá, él hacía los mandados sin protestar, a veces la ayudaba en la casa y todas esas cosas.

Mirá, uno siempre tiene miedo de distorsionar las cosas, pero no, estoy segura que todos los que lo conocían te van a decir lo mismo: que Jorge era muy especial, muy generoso y sensible.

Nosotros somos de una familia que estaba muy bien económicamente en ese momento, íbamos a colegios privados, vivíamos en Carrasco. Carrasco es un lugar muy especial, un barrio muy lindo que tiene muy cerca a los cantegriles. Eso impactaba, era tremendo contraste. En aquella época nosotros recibíamos una educación muy católica y bueno, estamos hablando más o menos del 64, y en ese momento se da también en la Iglesia una ola de renovación. Jorge participaba de reuniones de cristianos, grupos de reflexión que tenían inquietudes sociales. Ibamos mucho a las zonas marginales y ayudábamos a construir casitas de bloques para la gente de los cantegriles, formábamos grupos de niños y todo ese tipo de cosas”.

María Emilia nació en el centro, luego su familia se trasladó a Colón por un lapso muy breve. Pero la mayor parte de su infancia y la adolescencia transcurrieron en Chaná y Jackson.

“Hizo hasta tercer año en la escuela donde yo trabajaba, después por cuestiones de psicología decidimos pasarla a otra. Era muy buena alumna. En sexto terminó de abanderada con la bandera uruguaya. Me acuerdo que cuando la cambiamos de escuela fui a hablar con la maestra para ver si había hecho una buena adaptación. La maestra me dijo que sí, pero sólo tenía muy bueno en el carné. Yo que era muy exigente le dije a Emi: “Nena, te vas a exigir un poco más y vas a tener un sobresaliente”. Ella recontestó: “Mamá, un muy bueno es una buena nota, dejá que sea otras las que se saquen sote y no siempre yo”.

Tenía mucha facilidad para el estudio, por eso yo más que por sus notas escolares, estaba muy orgullosa de ella como pianista. Emi empezó el piano junto con la jardinera.”

“Le gustaba muchísimo leer, era una apasionada de las letras. A los 10 años leía y recitaba de memoria poemas de García Lorca y algunas de sus obras."

Entrando en la adolescencia, María Emilia también comenzaría a manifestar sus inquietudes sociales.

“Ella hizo el liceo en el Zorrilla. Siguió siendo una buena alumna, pasó todos los años sin dar exámenes a excepción de filosofía en cuarto. Por esa época con una amiga que tenía, tomaron la costumbre de ir a un establecimiento del Consejo del Niño para varones, que había en la calle Joaquín Requena. Los domingos sacaban a los chicos al Parque Rodó, a pasear. “

Aquellos jóvenes despertaban a un mundo lleno de injusticias y no podían pasar por él, necesitaban transformarlo.

Para los padres de María Emilia esos años de liceo pasaron sin grandes conflictos. Aquella fue una adolescencia aparentemente tranquila, pero llena de inquietudes interiores.

Jorge dejó el colegio privado e ingresó al Liceo 15 de Carrasco. Un liceo piloto donde cursó algunos años. La familia tuvo problemas económicos, dejaron Carrasco y se trasladaron al centro. Jorge ingresó al Zorrilla.

La madre de Jorge supo de muchos miedos, pero también de mantener una relación con él de comprensión. Aquellos jóvenes se empeñaban en transformarlo todo, hasta a sus propios padres.

Los compañeros y familiares recuerdan a Jorge así, preocupado por su tiempo, maduro y sencillo.

Las aulas del Zorrilla vieron pasar más o menos por la misma fecha a María Emilia y a Jorge. Seguramente se habrán cruzado en los pasillos, en algún recreo, pero no se conocieron.

Fue en Magisterio, el lugar que ambos eligieron, sensibilizados “por la injusticia social, la pobreza, el drama de los niños que no podían acceder a una educación digna” donde comenzarían a caminar juntos.

OJOS GRANDES

¿Se acuerdan de aquellos dos ojazos que de tan azules parecían negros y nos miraban desde carteles y afiches en las marchas por los desaparecidos?

Eran los ojos de Mariana Zaffaroni, una niña que fue secuestrada junto con sus progenitores en Buenos Aires el 27 de setiembre de 1976, cuando tenía 18 meses.

Sus padres, Jorge Zaffaroni y María Emilia Islas, integran la nómina de uruguayos desaparecidos en Argentina luego de haber sido enviados al tristemente célebre centro de tortura Automotores Orletti.

Desde el momento del secuestro, las dos abuelas de la niña organizaron la búsqueda de Mariana, respaldadas en la capital argentina por las Abuelas de Plaza de Mayo.

Tras una serie de peripecias, idas y venidas, Mariana fue ubicada 16 años después, en junio de 1992, y un fallo del juez federal de San Isidro, Roberto Marquevich, le restituyó su verdadera identidad.

Durante todo el tiempo en que Mariana estuvo desaparecida y viviendo bajo otro nombre, su caso fue emblemático para los familiares de los desaparecidos.

Tan emblemático como el caso de Simón Riquelo.

Por eso, el mes pasado, cuando se confirmó que había aparecido Simón y cuando, afortunadamente, el reencuentro con su madre resultó tan sereno y sencillo, muchos de ustedes deben haberse acordado de aquel otro emblema, de Mariana, cuya localización en Buenos Aires fuera tan traumática, incluyendo roces fuertes con su familia biológica.

Muchos de ustedes deben haberse preguntado: ¿Qué fue de la vida de Mariana Zafaroni?

Hace casi 10 años que no se informa sobre ella, pese a que, en su momento, Daniela -como insistía en seguir llamándose- fue objeto de una gran cobertura mediática; una cobertura quizás excesiva, en la que aquella niña, ahora ya una mujer, hizo lo imposible por escapar a la persecución de cámaras y micrófonos.

La historia.

Los padres adoptivos de Mariana inscribieron a la niña como hija propia, con documentos falsos bajo el nombre de Daniela Romina Furci.

Las primeras denuncias públicas de la desaparición de Mariana fueron dadas a conocer en Buenos Aires en los diarios "Crónica" y "Buenos Aires Herald" en la semana del 8 al 15 de octubre de 1976.

En enero de 1983, el diario "O Estado de Sao Paulo" publicó una entrevista con un ex integrante de la argentina Secretaría de Informaciones del Estado (Side), quien declara que la hija de un matrimonio uruguayo -secuestrado en Argentina y trasladado con destino incierto- ha sido adoptada por un oficial argentino.

El 20 de marzo de 1983, el diario Clarín de Buenos Aires publicó un espacio contratado con la foto de Mariana en el que se pide información sobre el paradero de la niña.

Pasaron tres meses, y en junio de 1983 un anónimo denunció a Miguel Angel Furci, agente de la Side, como sospechoso de haberse apropiado de una niña cuyas características físicas son similares a las de la foto publicada en la solicitada de "Clarín".

Recién en enero de 1985 la Justicia, a través del juez federal Alberto Piotti, ordenó la realización de pruebas de sangre para probar la filiación de Mariana.

Pero a partir de junio de ese año Miguel Angel Furci y su esposa Adriana González de Furci logran evadir la requisitoria judicial, cambiando constantemente de domicilio y de identidad.

Un año y medio más tarde (a mediados de 1986) las Abuelas de Plaza de Mayo volvieron a ubicar a Furci, pero el ex agente logró eludirlas otra vez. Unas horas antes de que el juez llegara con la Policía a su casa, el matrimonio escapó a Asunción de Paraguay, donde se radicó con identidad falsa.

Cuatro años más tarde, en agosto de 1989, una de las abuelas biológicas de Mariana, María Esther Gatti, comenzó contactos privados con Furci para llegar a una solución sobre el caso, pero no lograron un acuerdo. Por aquella época, Furci seguía en Paraguay.

En 1991, las Abuelas de Plaza de Mayo recibieron el dato del retorno a Buenos Aires del matrimonio Furci; localizaron su domicilio y el colegio al cual concurría Mariana, ya entonces una adolescente con casi 17 años.

En junio de 1992, el juez Federal de San Isidro, doctor Roberto Marquevich, ordenó el arresto del matrimonio Furci - González en Buenos Aires. Fueron procesados y condenados a 7 y 4 años respectivamente "por apropiación de una menor, sustitución de su identidad y falsificación de documento público".

Es allí, en la propia sede judicial, donde Mariana toma contacto por primera vez con algunos integrantes de su familia biológica, entre ellos su abuela María Esther Gatti.

El fallo del juez Markevich restituyó a Mariana su verdadera identidad, pero quedó en manos de ella decidir sobre su futuro.

Un año más tarde, en marzo de 1993, Mariana solicitaría al presidente Carlos Menem el indulto a sus padres adoptivos. El pedido fue concedido, y el matrimonio Furci quedó en libertad.

¿Y ahora?

Mariana Zaffaroni cumplió 27 años el pasado 22 de marzo.

Sigue viviendo en Buenos Aires.

Sus familiares biológicos, en el marco de un perfil muy bajo que han adoptado como estrategia, están muy felices, pues de algún modo han podido recuperar a Mariana.

Ella, de todos modos, sigue prefiriendo que la llamen Daniela.

Desde hace un buen tiempo existe una comunicación muy fluida entre Mariana y su familia uruguaya. Se ven con frecuencia.

Esta situación es fruto de un largo proceso.

En un comienzo, ella estuvo muy reticente a asumir su historia, a que la llamaran Mariana, y a tener contacto con sus parientes biológicos (tíos, primos y abuelos).

Pero en realidad, si bien los contactos eran pocos, desde 1992 ese vínculo con la familia uruguaya nunca se rompió. Con el tiempo, y buscando eludir el acoso de los medios de comunicación, la relación ha terminado consolidándose como muy buena.

Mariana se casó y tiene una hija. Compartió con su familia uruguaya todos esos momentos importantes de su vida..

Luego que descubrió su verdadera identidad, la situación relativa a su verdadero nombre y fecha de nacimiento fue regularizada en lo formal.
En su documento de identidad dice Mariana Zaffaroni Islas, nacida el 22 de marzo de 1975.

De todos modos, ella está acostumbrada a llamarse Daniela.

Incluso en la Universidad le pedía a sus compañeros que la llamaran Daniela, por más que figurara como Mariana.

Como muestra de la buena relación que tiene con su familia biológica puede agregarse este dato singular: Mariana / Daniela recibe dos veces al año el saludo de feliz cumpleaños.

*Fuente El Espectador.
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