Los hitos históricos suceden en determinado punto de la recta tiempo. Pueden durar un día, o pueden durar semanas, meses, o años.
Ante un Hito X, quienes tendrán la visión más objetiva, son aquellos "contemporáneos" de dicho hito. Pero, los "contemporáneos", son un porcentaje relativamente bajo en relación con la Sociedad en su conjunto.
Por lo tanto, el desafío mayor es TRANSMITIR, (los contemporáneos a los no.contemporáneos) con la mayor claridad posible una visión objetiva del hito, (tan objetiva como pueda porque sabemos que no podemos ser jamás absolutamente objetivos), para que, la sociedad en su conjunto también pueda ser objetiva a la hora de emitir un juicio de valor acerca del hito en cuestión.
Definiremos como Hito, LA DICTADURA MILITAR.
La dictadura militar comenzó el 27 de junio de 1973, y finalizó el 1 de marzo de 1985. (En realidad, el día de las elecciones en el año anterior, 1984).
Yo, nací en 1966. Por lo tanto, era muy chica en la pre.dictadura. No fui testigo de esos hechos previos. Sí lo fui de TODA LA DICTADURA, pues aunque no recibía demasiadas explicaciones, la memoria (mi memoria) guarda todo lo sucedido de modo secuencial.
Me autodenomino "Hija de la Dictadura" puesto que todo el ciclo básico lo hice DURANTE la dictadura.
En 1973, yo estaba en primero de escuela, y recuerdo todo lo sucedido ese día.
Yo era una niña, pero ese día fue distinto a los otros. Ese día las emisoras no transmitían nada, salvo marchas militares. Ese hecho llamó mi atención, algo "raro" sucedía. La explicación que me dieron fue que ya no habría más senadores y diputados, y que ya no habría más elecciones. Por lo tanto tres vocablos nuevos, se grabaron: senador, diputado, y elección.
Por supuesto que una niña de seis años no puede comprender la magnitud absoluta de esos conceptos. Sólo "por arribita". Pero esas explicaciones "por arribita" que me dieron, hicieron que yo comprendiera lo que sucedía.
Para mí, era NORMAL que nos hicieran formar, tomar distancia, los actos patrios organizados, nos paraban en tarimas como estatuas. Aquellos actos eran sistemáticos, tenían un ORDEN, que jamás se modificaba.
Hasta que no estuviéramos todos en el más absoluto de los silencios nada comenzaba. Se preparaba la pianista, el profesor de coro, y entonces, comenzaba. Primero, entraban las banderas, con las correspondientes escoltas, y se paraban en un pequeño estrado de madera. Una vez los abanderados y escoltas quedaban inmóviles cual estatuas, venía el aval para comenzar a cantar el Himno Nacional.
El profesor de coro, entonces se ponía a gesticular, y comenzaba el preludio en piano, y entonces abríamos los actos cantando el Himno Nacional, duros, como soldaditos de plomo, en aquellas tarimas de madera, que además los pobres que estaban en última fila, no tenían nada para apoyarse, y entonces, uno rezaba para que nunca le tocase en esos lugares. Una vez finalizado el himno, la Directora del Colegio pronunciaba un discurso, que siempre era del mismo estilo, tonada, y contenido. Luego se procedía a la lectura de algún texto alusivo según la fecha que se conmemoraba (Treinta y Tres Orientales, Batalla de las Piedras, Natalicio de Artigas, Jura de la Constitución, Declaratoria de la Independencia, y Descubrimiento de América), por parte de algún alumno o grupo de alumnos. A continuación venía un discurso que era la parte central del acto, esta vez pronunciado por un adulto. A veces, había alguna representación o baile (Pericón), y finalmente se cantaba la Marcha a mi Bandera. Una vez terminado, alguien anunciaba "Así damos por finalizado el acto X, el día tal del año tal. Los alumnos se preparan para deshacer la formación". Entonces, primero nos hacían girar 90 grados. Luego, comenzabamos a retirarnos, por supuesto, respetando el orden de la tarima, primero se retiraba la fila uno, luego todas las filas bajábamos una, y así sucesivamente, e íbamos saliendo en fila, totalmente constante, nadie habría osado hacerse el gracioso, o deshacerla, y los pocos "revoltosos" que lo hicieron, fueron llevados a la Dirección, y amonestados, llamaron a sus padres, sus padres les dieron terrible rezongo, así que nadie tenía ninguna intención de Romper, ni Violar, ni Quebrar aquella disciplina.
Así fueron todos los años de mi Bachillerato. Lo normal era el ORDEN, el uniforme totalmente respetado, eso implicaba que ni siquiera un accesorio de color como hebilla de cabello, o abrigo podía usarse.
El pelo largo en un varón era un fenómeno tan ridículo para nosotros que le decíamos "mujer", por supuesto que sólo lo tenía algún indigente.
...
En el año 1984, ya soplaban vientos de cambio, toda mi generación seguramente recuerde "El Día del Vaquero", que ASCEEP en ese momento decidió que NO USARÍAMOS UNIFORME, como señal de protesta.
Aquella fue NUESTRA PRIMER REBELION COMO ESTUDIANTES. Si mal no recuerdo ocurrió por junio de 1984, y por supuesto nos pusieron a todos una falta disciplinaria.
Luego, rápidamente, comenzó el cambio, de repente todos hablaban de "Elecciones", ya sonaban los nombres "Blanco", "Colorado", y el más FASHION obviamente era el FRENTE AMPLIO, porque estaba proscripto, porque para nosotros pertenecer al Frente Amplio, que aún no comprendíamos demasiado tampoco porque éramos adolescentes, era más un fetiche, era la satisfacción de Transgredir de una buena vez esas malditas normas que ONCE años habíamos vivido.
Aquello se sumaba a que yo había visto a los milicos en acción días antes del Plebiscito de 1980, apaleando y pisando a la gente con sus malditos caballos.
Ya había tomado POSTURA, Y ESTABA ABSOLUTAMENTE CONVENCIDA.
Mis "memorias" comienzan A PARTIR DE LA DICTADURA. Yo tenía un gran agujero negro con respecto al "ANTES". Recuerdo que mi padre, en algún momento de mi niñez me había explicado que en Uruguay existían los Tupamaros, que eran terroristas, que en Argentina esos mismos se llamaban Montoneros.
Pero paralelamente a esas explicaciones, existía la censura, las cadenas de las fuerzas conjuntas, así que por más explicación, primero: en esos años ya los tupamaros no estaban ejerciendo, estaban todos guardados, o exiliados.
Nadie hablaba nada, por terror a caer.
Una anécdota que recuerdo es que me habían regalado un pantalón azul que tenía un bolsillo al costado, y la señora que me cuidaba me dijo "Es un pantalón de milico".
Cuando le dije a mi madre la palabra "milico" espantada me dijo que no se podía decir milico, porque me podían llevar presa, y que tenía que decir "policía". Yo estaba en segundo año de escuela, tendría unos siete u ocho años.
...
Lo cierto es que cuando en 1984, el Frente Amplio dejó de estar proscripto, todo era una algarabía, salimos en nuestra primer manifestación con una amiga y su familia, con banderas enormes del Frente Amplio.
El único recuerdo anterior a la dictadura que tengo, es que para las elecciones de 1971, todos los troncos de los plátanos estaban pintados de rojo, azul y blanco, y yo, con cuatro años, registré ese hecho, que por supuesto me explicaron acorde a la edad.
Entonces, ¡así que esos árboles de 1971 eran del Frente Amplio!.
¡Al fin entendía!
Concatené todo, y entonces estaba todo claro: Milicos, Desaparecidos, y a los Tupamaros, no los veíamos en absoluto como Terroristas, más bien los veíamos como héroes revolucionarios que se habían animado a transgredir la ley.
Pero lo cierto es que teníamos una visión miope. (Como te digo una cosa te digo otra,Pepe Mujica dixit).Acerca de Los Tupamaros (que ni siquiera pronunciábamos el nombre Tupamaro porque lo asociábamos con Terrorista, y para nosotros ellos eran héroes), jamás nos ocupamos de averiguar LA VERDAD de lo qué había sucedido.
La gente de Derecha nos decía que Los Tupamaros habían matado, habían asesinado, pero nosotros estábamos presos de la pasión revolucionaria, y además, como les decían Subversivos, y la palabra "subversivo" venía asociada a la cadena de las Fuerzas Conjuntas, para nosotros, eran héroes, y nos autojustificábamos.
Si habían matado, era por una "noble causa", esos asesinatos, (tan asesinatos como los de los milicos) nosotros los minimizábamos, y decíamos cosas del estilo "¡No vas a comparar!", y hasta yo he llegado a despreciar a quienes defendían el asunto de que los Tupamaros habían sido Terroristas.
Así como me informé absolutamente de todo lo sucedido con ellos en prisión, no me interesé, y minimicé lo ocurrido antes, es decir, La Causa por la que estaban "guardados", porque fuese la causa que fuese, para mí era una Noble Causa.
Es por tal cuestión, que ayer cuando leí la nota de Gerardo Bleier, acerca del pasado inmediatamente anterior a la dictadura, (nota que citaré en las líneas siguientes porque que me parece excelente por su claridad), fue que comprendí cuan miope había sido mi visión.
Pero de todos modos, aunque yo tuve una visión miope y ahora ya no la tengo; eso no significa en absoluto que yo haya dejado de ser tan de izquierda como antes, y tampoco significa que haya cambiado mi postura.
Debe de llegarse a la Verdad, la Dictadura fue un monstruo de siete cabezas, y ojalá que NUNCA PERO NUNCA MÁS DEBE VOLVER A OCURRIR.
Sin embargo, ahora, puedo escribir la palabra Tupamaro, y no siento vergüenza de estar yendo contra mis permanentes ideales de ser.de.izquierdas.
Anna Donner Rybak © 2011
LA NOTA.
LA IZQUIERDA QUE VIENE IV de GERARDO BLEIER.
"Hasta bien entrada la década del 60 la abrumadora mayoría de la elite política uruguaya era radicalmente democrática, universalista y aún, extremadamente culta.
Las diferencias ideológicas, el sentido de pertenencia a una u otra u otra de las corrientes que en ese momento comenzaban a ingresar en un conflicto al borde de lo político, ya casi militar, no impedía a aquella camada de dirigentes practicar el diálogo entre iguales que se querían iguales, y que por ello preservaban espacio incluso para el culto a la amistad.
Pertenecían casi todos a generaciones que se formaron en el país modelo, el más avanzado en todos los sentidos de América Latina, el más intrincado con el debate político – cultural europeo del siglo XX y todas sus múltiples ya sofisticadas, ya dramáticas resonancias.
Pero el diablo mete la cola donde la cuestión social se va de madre, para decirlo dejándonos influir, como el país no pudo evitar dejarse influir, por la pobreza de las ideas que producía en aquel momento en América Latina la caída del continente en “la guerra fría”.
Algunos libros y cientos de artículos periodísticos aparecidos en aquellos años dan cuenta de cómo el estancamiento de la economía uruguaya pervierte esa cultura democrática, ese orgullo por la singularidad y comienza a generarse algo así como un estupor sin ideas o, lo que es peor, como un caer en remolino en la pendiente de los dogmatismos que emanan de todas los procesos de polarización social.
Al leer aquellos textos, al recoger testimonios de algunos de los protagonistas de aquellos años se percibe nítidamente como la desesperación e impotencia influía en la radicalidad de las posiciones que iban adoptando.
Comenzaba a cuestionarse nada menos, y esto se prolongaría hasta hace muy pocos años, la propia viabilidad del Uruguay como nación.
Libros como “El impulso y su freno” de Real de Azua o “El problema nacional” de Methol Ferré, o la obra de Quijano y Trias ponen de manifiesto cómo la crítica al Uruguay batllista se realiza sin valorar su significación revolucionaria ante la necesidad de las corrientes de izquierda o nacionalistas de articular un discurso con el cual disputarle el poder al Partido Colorado, en el cual el batllismo comenzaba a perder por otra parte, su posición de conducción hegemónica.
No es posible aquí, donde lo prioritario es contribuir a que la nación reflexione todo lo sobriamente que las pasiones permiten sobre el pasado reciente a los efectos de empezar a superar espiritual y culturalmente los traumas con los cuales marcó a la sociedad el fascismo primero y la impunidad con que se protegió a los responsables del terrorismo de Estado despues, compartir una investigación sobre el entramado de causas económicas y geopolíticas que arrastraron al Uruguay radicalmente democrático hacia el autoritarismo.
No obstante, es imprescindible esbozar algunos fenómenos que aun hoy influyen sobre las prácticas políticas (erosionando su calidad) sin que se reflexione serenamente sobre ellos.
Preguntas tales como ¿hubo una guerra en Uruguay?, ¿Justificaba la situación social y política del país la emergencia de una guerrilla? ¿A qué obedeció el deterioro de la democraticidad y consecuentemente la ruptura de la tradición policlasista de dos de los partidos políticos más antiguos de occidente, los partidos tradicionales uruguayos? ¿La emergencia desde la invasión a Guatemala de una acción ya decididamente imperialista de Estados Unidos y sus grandes empresas multinacionales con intereses en América Latina en el contexto de la guerra fría sobre la región? ¿Las perturbaciones provocadas por un nuevo nacionalismo populista influido por los nacionalismos europeos? ¿La influencia de la Revolución Cubana y su hacer aparecer como posible el éxito de una acción revolucionaria para transformar a la sociedad?
Y podrían agregarse muchas inquietudes más, pero las expuestas alcanzan para entrever las causas por las cuales pudo, aunque la abrumadora mayoría de los dirigentes políticos uruguayos no lo percibieron sino hasta febrero de 1973, generarse en el país un amasijo de intereses y disputas económicas y otro de influencias geopolíticas que arrastraron al país no a una guerra, pero a un conflicto incontenible y casi sin capacidad resolutiva desde la política democrática entre la tradición republicana, los ultra nacionalismos, los nacionalismos populistas, una oligarquía conservadora que por primera vez en el siglo recuperaba posiciones políticas y que trenzaba sus aspiraciones con sectores neoconservadores norteamericanos y la pretensión revolucionaria muy influenciada por la escuela del marxismo – leninismo soviético en Europa ya en decadencia de la mayoría de la izquierda uruguaya.
La ascensión de las corrientes fascistas de las Fuerzas Armadas uruguayas al poder, en junio de 1973, la implementación del terrorismo de Estado, la influencia de Estados Unidos hasta 1975 en buena parte de la elite económica y militar, de la revolución cubana que buscaba romper su asilamiento continental en la izquierda hasta 1979 no fue un proceso carente de resistencias político – culturales en todo el arco político e institucional del Uruguay, incluso dentro mismo de las Fuerzas Armadas, pero la prolongación ya por más de treinta años de la crisis económica estructural de la nación facilitó la penetración en el descontento popular de los discursos que prometían poner fin al descontrolado conflicto social, poner “orden”.
De modo que, a cuenta de reflexiones más documentadas puede decirse, a los efectos de la problemática que estos apuntes buscan estudiar, que la dictadura cívico militar en Uruguay no cayó del cielo, impuesta por un demiurgo diabólico, de modo que la manera de superar político – culturalmente los conflictos, dramas y tensiones que de aquella época no será a base de discursos vulgares, (lo blanco y lo negro, los buenos y los malos al estilo Hollywood) sino con penetrante inteligencia, seriedad y vocación democrática."
Gerardo Bleier