viernes, 9 de septiembre de 2011

Los límites y los padres idiotas.


Después de todo, no fue tan lamentable haber sufrido la tortura durante veinte años de estar en el seno de una familia MACHISTA.
Por Oposición, me enseñaron ¡qué no hay que hacer! Así que no puedo menos que agradecerles sus "rueditas girando para otros lados", (como dice mi madre), porque han contribuído a mi progreso.
Pero no me quiero ir del tema.

Existe una relación biunívoca entre VIOLENCIA y LÍMITES.

Todo esto viene a cuento de que varios estamos escribiendo sobre violencia, debido a los hechos de Haití, y del Shopping, donde el denominador común es (justamente) la VIOLENCIA.
Toda violencia nace durante la infancia y "en casa", exista casa, o no.

Lo fundamental, a la hora de educar a nuestros hijos es ponerles límites. El asunto es bien complicado, porque no se trata de Reprimir, tampoco de Censurar, es decir, hay una línea tan difusa entre poner límites, y Reprimir, que muchos se equivocan.
A ellos, no podemos culparlos, pero a los que sí yo culpo, es a los que NO TIENEN PACIENCIA para poner límites, porque tuvieron a sus hijos para lucirlos ante sus amistades como pequeños modelos circenses, por eso la preocupación fundamental de esos padres es que el niño esté inmaculado, siempre su ropa limpísima, y para arribar a tan magno objetivo, hasta les impiden en muchos casos, jugar tranquilamente, con ese asunto de "¡Ay, te vas a ensuciar!"

Es preciso, que los padres comprendan que ningún favor hacen a su bebote, hablándole como a un "mongo", con voz de pel. ("Comelapapa,miraelbabau"), eso, lejos de ayudarlos a entender lo que habla la gente, les genera dificultades tanto para la compresión, como para su propia dicción y lenguaje.

O sea que: "Comelapapa", no, "Vamos a comer la comida", "Miraelbabau", no, "Mirá el perro".

Por más que un bebé no nazca hablando, si ENTIENDE lo que hablan los demás. Por esto es preciso hablarle CORRECTAMENTE.
Y con un niño pequeño al que se le habla correctamente, y como feed-back, el niño también hablará correctamente, es más fácil establecer los límites, que con otros, que solo entienden "papa" o "babau".

Además, si los límites son puestos desde que nacen, es bastante más fácil.

Un ejemplo que me gusta usar es el de los "adornos en la mesita ratona".
¿En qué casa no hay una mesita ratona y adornos que se rompen?

La mayoría cuando el bebote comienza a dar sus primeros pasitos, saca todos los adornos de la mesita ratona, y los guarda en el último estante y creen que así han solucionado un problema.

Yo no hice eso. Yo dejé todos los adornos, y si es cierto que les repetí durante varios meses que "eso no se toca", y al final lo entendieron y no tocaron nunca más esos adornos.

Pero hay que tener MUCHA PACIENCIA. Puesto que naturalmente, el novel caminante se dirige hacia ese objeto que brilla, y le llama la atención, es entonces que uno indica "Fulanito, eso no se toca", y así CADA VEZ que el niño se dirige a la mesa.

Es preciso decirlo muchas, muchísimas veces, pero al final, el niño aprende y no toca.

Como contrapartida, ahora citaré lo que "aprendí" de mi (por suerte ex) sobrina, y la "brillante educación" que le dieron sus padres idiotas.

Esta "postal" transcurrió durante uno de los tantísimos tés vespertinos que le organizaban a mi (nuevamente por suerte ex) suegra.
Mi entonces sobrina, cada vez se asemejaba más a un pequeño monstruo, y corría por el salón, clavando sus dedos asesinos en todas las tortas, sus padres, no sabría decir si les parecía una "genialidad" aquello que el pequeño monstruo hacía, o si no les daba para levantar el tujes de la silla, lo cierto es que el diálogo, (una vez que todo el mundo constató con horror el comportamiento de la nefasta criatura) fue el siguiente:

- "Bicho, ¡Valu está metiendo los dedos en las tortas !" - Exclamaba la maravillosa progenitora, y le pasaba la pelota a su consorte.
- "¡Valu, no se puede!" - decretaba entonces el poco expeditivo progenitor , y el pequeño monstruo proseguía con su nefasto comportamiento.
- "¡No puedo más!"- se lamentaba la idiota de mi ex-cuñada, conmoviendo a su estúpido auditorio- "Pero la dejo que elija lo que quiere " – indicaba entonces, adjudicándose el rol de psicóloga inteligente. (¡Pobrecitos los chicos!)
Mas la amorosa tonta sí se ocupaba de embutir al pequeño monstruo de alimentos, creyendo así justificar su magra condición maternal:
- "¿Valu, comiste mi amor? ¡Querés un vasito de agua, un sangüichito?"
El monstruo, cero bola; y seguía destruyendo el salón.
-"¡Bicho, Valu no hace caso!" - Ahogábase suavemente la maravillosa madre, con cara de boluda desesperación.
- "Valu, ¡te va llevar el señor de la bolsa si no dejás de correr!" – Acorralaba entonces a la bestezuela el genial pedagogo.

Han pasado muchos años, al pequeño monstruo por suerte hace añares que no lo veo, de lo contrario, ya le habría partido un palo por la cabeza, pero la idiota de su madre, igualito que Katie Holmes a Suri, le vivía comprando ropa, y disfraces de princesas.

Lo peor sucedió cuando el pequeño monstruo cumplió no sé si tres o cuatro años, ya no me acuerdo.

Nuevamente, escenario: Pelotero, casa de cumpleaños, compañeritos del jardín, y ¡La Piñata!

La animadora dijo:
-¿Valentina, vamos a compartir la piñata con los amigos?
Y el pequeño monstruo respondió:
-¡No comparto nada! ¡Todo es mío!

A Dios gracias, no los he visto más, pero me imagino que si así era a los cinco o seis, cuando comience la adolescencia, será egoísta, además los idiotas de los padres, tendrán cada vez más caprichos para satisfacerle, al pequeño monstruo se le va ocurrir tener una isla privada, y se la van a comprar.

Esa niña, era sumamente violenta y caprichosa, yo veía de lejos lo que hacía, y ...

Anna Donner Rybak © 2011
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