Ya no tengo ganas de homenajear a los Mártires de Chicago.
Ya no tengo ganas de recordar la reivindicación de la jornada de las ocho horas.
Ya no me importa nada, los reyes son los padres.
Yo tenía la capacidad de soñar, alguna vez la tuve. Soñaba que cuando asumiera el poder el Frente Amplio, al que voto desde mis 18, se acabarían todas las injusticias, o amiguismos.
Yo soñaba que con el Frente, de una buena vez sería valorado que te hayas puesto "la camiseta" y hayas laburado 10, 11, 12 horas diarias, porque tu tarea era de responsabilidad, y hasta a veces de noche estabas de guardia, y te llevabas los problemas del trabajo a tu casa... Porque había muchos "calentadores de sillas", que eran más reconocidos que vos por su desempeño de llevarle el café al jefe, y el "chisme.diario". Eso si era un asunto bien importante. Todo ese brutal atropello y burla a la persona de un trabajador que se ponía la camiseta, terminaría...
¡Ilusa! ¿Acaso no te enseñaron que los reyes son los padres? Y si no te lo enseñaron, ahora te lo decimos. Ahora, los del sindicato que no terminaron ni la escuela, van a tener más categoría que vos. ¿Qué? ¿Te atrevés a decir que no están en su lugar de trabajo? ¡Están militando, irrespetuosa! ¿Qué decís? ¡Ojito! Que si Mongo Cucho no terminó el liceo, fue ¡porque no tuvo las mismas posibilidades que vos, que tus viejos tenían guita para mantenerte, no como Mongo Cucho que tuvo que salir a laburar a los 12! ¡Atrevida! ¿Y me venís a decir que Mongo Cucho no estudió? ¿Y qué importa si Mongo Cucho no estudió? ¡Acá no se estigmatiza!
Estoy cansada. 19 años de experiencia, titulada, y eso no importa. Como no le chupo las medias a mis superiores, que sea titulada, que me haya puesto la camiseta, que haya regalado horas de trabajo, que tenga conocimiento y experiencia, no importa.
Importa lo otro. Por eso odio a Mongo Cucho. Porque gana 10 veces más que yo, y cuando tiene que "ir a la cancha"; como no sabe, todavía encima yo soy la que lo tengo que asesorar.
Ya sé, los reyes son los padres.
Anna Donner Rybak © 2012