domingo, 10 de junio de 2012

En cuanto pase el tren del 85.


En el 85 el tren pasó. Pasó el tren y nadie hizo nada. Mejor dicho, hacer; hicieron. Lo que hicieron fue inducir a un pueblo confundido, tras la salida de la horrenda dictadura, a decidir “pasar la página”.

El Doctor, pieza clave en el aval de la impunidad, pieza perversa; se dio el lujo de borrar huellas y llaves, cerrar puertas y perder rastros, sí, así lo hizo el Doctor.

En el 85 yo tenía 19 años. Aquella noticia, la aprobación de la Ley de Caducidad, me cayó como un balde de agua fría. Cómo me indigné. Claro que sabía de todo la enésima parte de lo que hoy sé; de la vida, de la muerte, de la política, de mí, pero igual, aquella indignación salió de mi hecha lava.

Dentro de mi cabeza de pendeja era tan obvio que el Doctor estaba encubriendo asesinos, ¡las aberrantes máximas! a las que hizo referencia “Impunidad para todos, para los “tupa” y para los milicos”. Ya entonces, yo sabía que los primeros habían estado en Cannes, y me decía: “Este tipo es un cínico” (Lógicamente el Doctor).

Hice lo único que podíamos hacer entonces: Participar de la juntada de firmas a partir de 1986, votar verde, volver a firmar por la nueva juntada de firmas veinte años después, votar rosado.

En el 85 el tren pasó. Aquel era el momento para “proceder”. Los genocidas estaban vivitos y colendo, lúcidos, todo estaba fresquito.

Sin embargo, el Doctor algo hizo. Ser cómplice de la borrada de huellas. El Doctor sabe, presente, siempre presente, como también pretérito imperfecto, pretérito perfecto, y no pretérito pluscuamperfecto, el Doctor sabe que hizo una sublime contribución a “dejar correr”; y fue gestor de la pérdida de esos valiosos años, es cómplice, el Doctor Sabe y sigue callando.

El Doctor es cómplice de la Operación Zanahoria (no es necesario ser actor para ser cómplice, sólo es necesario conocer y el Doctor conoce).

Toda la oposición salvo honrosas excepciones es cómplice de inducir a “pasar la página”.

La senil población de este país fue azuzada con el cuento de que si votaba amarillo se “venían las botas”.

(¡Qué fácil es asustar Doctor!)

1989, caso cerrado, “El Pueblo dijo AMARILLO”, “El Pueblo quiere pasar la página”, anunciaba presuntuoso, el Doctor.

Y resulta que en 1984, nuestro Doctor sabía que se estaban desenterrando cuerpos y tirándolos al mar, no sabemos hoy si no les dio el tiempo, si la Operación Zanahoria quedó inconclusa, o si fue una Gran Mentira, en cuyo caso nuestro Doctor, lógicamente es cómplice.
A sangre fría, como los viles asesinos, al Doctor y sus secuaces poco les importó encubrir genocidas, han mentido y siguen mintiendo y seguirán mintiendo.

En el 85 era el momento. Hoy las ¾ partes de los crápulas están muertos (muerte digna en el seno de su noble hogar, calentitos, nada de calabozo), o están “gagá”, (que es lo mismo que muertos).

La mentira de la “Comisión para la Paz” de Jorgito, en el lamentable acto de decretar muertos a los desaparecidos, poner sello, firma, y sobre lacrado, ¿acaso creen que con eso se arregla la “cosa”?

No fue sino hasta la llegada de Tabaré que se pudo obrar sin trabas. Sin embargo, siguieron las trabas “psíquicas”, como cuando al avizorar que en el Batallón 14 los equipos de investigación y arqueología se aproximaban a la zona, salir a dar pistas de zonas falsas, para seguir y seguir estirando la agonía. Para seguir y seguir dando tiempo a los asesinos de morir sin ser juzgados. Para seguir y seguir ¡burlándose! De los familiares, dejándolos creer que su ser querido había sido incinerado o había muerto durante la tortura por no soportarla, cuando sabían perfectamente (como en el caso del maestro Julio Castro) que había sido ¡fusilado!

Y no tuvieron otra que confesar porque tuvieron la lamentable suerte de que los restos del maestro fueron encontrados en el Batallón 14, y con  la evidencia forense irrefutable.

Sin embargo la revelación de todos estos hechos (hechos, no papeles mentirosos, no pruebas falsas, no declaraciones en connivencia con el régimen de facto, ¡hechos!), no parecen conmover ni un ápice al Doctor y sus secuaces.

El Doctor prefiere que los familiares agonicen, o que mueran sin el derecho a La Verdad, el Doctor tiene sangre fría, no se le mueve un pelo, no es capaz por una vez de decir LO QUE SABE. (Que seguramente es TODO). Que lo sabía en el 85, y por eso parió la Ley de Caducidad.

En el 85 el tren pasó hace rato y al Doctor sigue sin movérsele ni un pelo.

Anna Donner Rybak © 2012
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