Somos bárbaros. Somos regios. Somos geniales. ¿?
Bárbaro es un exónimo peyorativo que procede del griego
y su traducción literal es "el que balbucea". Aunque los griegos
empleaban el término para referirse a personas extranjeras, que no hablaban el
griego y cuya lengua extranjera sonaba a sus oídos como un balbuceo
incompresible u onomatopeya (bar-bar- similar a bla-bla-).
Los romanos tomaron posteriormente la palabra y su
significado para el trato con los pueblos que invadieron el Imperio
romano. Los clásicos dieron el nombre de bárbaros a todos los
extranjeros de las comarcas fronterizas con el Imperio, y con los que lucharon,
si bien se limita la consideración a los que, ocupando en Europa las
comarcas al norte del Imperio, invadieron éste, apoderándose de su parte
occidental.
Estos pueblos formaban tres grupos:
- El de raza amarilla (avaros y hunos)
- El de raza blanca eslava (Vendos, en lo que hoy es Polonia), Sármatas, en el Danubio y Alanos, a orillas del mar Negro
- El de raza blanca no eslava
(Fuente Wikipedia)
Somos bárbaros. Somos regios. Somos geniales. Tan geniales
somos que desde esas épocas remotas, no sabemos (¿no sabemos o no queremos?)
vivir en paz.
No sabemos vivir en paz, y nos peleamos. Y entonces hacemos
guerras. ¿Acaso somos tontos? ¿Ya no hemos tenido bastante de muerte?
Indudablemente somos tontos, porque seguimos peleando. (El
hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra).
En la escuela peleamos con nuestro compañerito por una
figurita del álbum, y lo agarramos entre todos y le pegamos. ¡Qué barbaros los
nenes! ¡Qué vivos! ¡Qué divinos! (“Son cosas de chicos, querida, no hay que meterse”-
[¡Sí, tonta, tenés que meterte porque tu hijo es violento y si no hacés algo
ahora después cuando sea grande quién sabe qué sea capaz de hacer!])
En el liceo peleamos porque nuestra mejor amiga se “arregló”
con el del que “gustábamos”, ¡traidora! (No, tonta, ¿para qué querés arreglarte
con alguien que gusta de tu amiga pero no de vos?)
En la oficina peleamos por el carguito porque Mongo Cucho
tiene más categoría que nosotros, y vamos y le serruchamos el piso, y le
chusmeamos al jefe que Mongo Cucho no sirve ni para avisar quién viene,
entonces el tonto jefezuelo hace caso a nuestras exiguas opiniones y le saca el
cargo a Mongo Cucho y nos lo da. ¡Qué viveza fenomenal! ¡Qué genialidad! Sin
servir ni para avisar quien viene ahora tenemos la categoría de Mongo Cucho,
qué seres maravillosos que somos.
Somos bárbaros. Somos regios. Somos geniales. Por eso
peleamos. ¿Pero qué tipo de pelea es aquella deshonesta, vil, donde se mata
literalmente al enemigo?
Somos unos bárbaros idiotas.
Y evidentemente el diagnóstico para los años que al mundo le queden por existir
no es nada halagüeño.
Dicen los magos, los sabios, los videntes, los gurúes, que
irremediablemente siempre vamos a ser idiotas.
Qué vergüenza, ¿no?
Y si.
Somos unos bárbaros idiotas que no queremos vivir en paz.
Y siempre lo hemos sido.
El hombre es un animal bestial que tiene un deseo de
dominación, o mejor dicho, está adicto a dominar, a conquistar.
Así, el Imperio Romano en su afán de conquistar, tiraba a
los enemigos al Coliseo para que fueran devorados por los leones, y ¡todos
disfrutaban de tan magno espectáculo! (Hay que ser idiota para disfrutar del
sufrimiento ajeno).
Así, en los Autos de Fe del Santo Oficio quemaban vivos a
los infieles en la hoguera, y ¡todos disfrutaban de tan magno espectáculo! (Hay
que ser idiota para disfrutar del sufrimiento ajeno).
Así, los españoles vinieron a América y torturaron a todos los
indios. ¡Genios!
Y luego instalados se trajeron a los pobres negros de
esclavos del Africa. Y los torturaron. ¡Regio!
Venimos leyendo estas líneas y venimos pensando que bueno,
que esas cosas pasaban en la antigüedad, porque los hombres creían que el mundo
era plano y lo soportaban cuatro elefantes y una tortuga.
¿Y por qué entonces mataron a Galileo? ¿Por traer
conocimiento? ¿Por ser sabio? ¿Por envidia? Ya dejarán de matar, pensamos, ya
vendrá “la línea” en que dejen de matar.
Y se viene la Revolución Francesa, y entonces, son
condenados a la guillotina todos los que no adscriben plenamente a la causa.
¿Entonces cuanto más conocimiento más genios somos? ¿Cuánto
más conocimiento más bárbaros somos?
Y sí. Es innegable que la Solución Final fue elaborada
minuciosamente, fue administrado el tiempo con precisión de microsegundos,
fueron diseñadas cámaras de gas por ingenieros, hubo una ingeniería de la
muerte.
(No, llegamos hasta acá, y esto parece no querer parar sino
todo lo contrario).
Y sí. Y entonces, tiran la bomba de Hiroshima, y es algo
magnífico que una bomba extermine de un plumazo a millones.
Es evidente que somos unos bárbaros idiotas que no queremos
vivir en paz.
Antes éramos bárbaros con boleadoras, con lanzas, con
flechas, luego éramos bárbaros con cañones y catapultas, luego pasamos a ser
bárbaros quemando personas en hogueras o con aceite hirviendo, luego ahogamos
personas en cámaras de gas, luego tiramos la atómica, y …
Y.
Un breve paréntesis. Mientras íbamos matando, ya que
estábamos ¿por qué no saciar el hambre sexual, con tanta mujer ahí tirada? ¡A
violar a todas los ejércitos!
…
Hoy existe una debacle social sin precedentes. Crisis de
valores, crisis económicas, tipos que les pegan a sus mujeres y que abusan de
sus hijos pequeños. (Aunque sospecho que lo que he nombrado no es nuevo,
siempre ha existido, nada más que “distinto”).
Y la tecnología parece estar equivocada porque a mayor
tecnología, mayor involución en las sociedades.
Ahora bajo a nuestro país.
“Inseguridad”, “Asesinatos”.
La cuestión es esta: Uruguay no está “enfermo” de modo
aislado. Un mundo entero lo está. Y siempre lo estuvo.
El problema no ha variado a lo largo de los años que tiene
el mundo de “vida”.
¿Y dónde quedaron aquellas ideas del Progreso del Hombre?
¿El hombre de verdad ha progresado? Sí, ha progresado, sin
lugar a dudas. Pero ¿hacia qué camino?
El mundo es un PROBLEMA.
Somos bárbaros. Somos regios. Somos geniales. Porque desde
que el mundo es mundo el mundo es un PROBLEMA y nosotros, el animal más superior,
no queremos resolverlo.
Anna Donner Rybak © 2012