Impútesele el cargo de “emulación de una cualidad o bien que otro posee”; es la condena esgrimida esta semana para una criatura residente en esta ciudad compuesta de elementos orgánicos y dispositivos mecánicos.
Se presume sin embargo que la condena en cuestión proviene de otro escabroso asunto. La criatura, que siempre tuvo la intención de mejorar las capacidades de las partes orgánicas mediante el uso de la tecnología, habría hecho incurrir a sus verdugos en el pecado de los celos.
“Davinci”, nombre del reo en cuestión, había solicitado la autorización hace dos años al Ministerio de Salud Pública para ejercer sus conocimientos por el bien al prójimo.
Según el diario EL PAIS, hace casi dos años que el Hospital Británico pidió autorización al Ministerio de Salud Pública para instalar en el país una tecnología de tercera generación en cirugía por medio del robot Danvinci. Como la autorización se pospuso en el tiempo en seguro privado decidió la importación del robot quirúrgico que comenzó a funcionar en diciembre de 2011.
El Ministerio de Salud Pública “entiende” que el Hospital Británico cometió una infracción y quiere sancionarlo.
Pero la tecnología de última generación fue ofrecida por el Hospital Británico a Salud Pública a fines de diciembre. El presidente de la Junta Nacional de Salud (Junasa) Enrique Gallo dijo que habían tenido una reunión y el Hospital Británico “pidió disculpas” por haber traído el aparato antes de que el ministerio lo autorizara. Junasa dijo que mientras “no salga la habilitación” Davinci no puede funcionar y según Gallo ellos (el Hospital Británico) dijeron que traían el robot para aportar al país la tecnología y que había posibilidades de ser usado por los usuarios de ASSE.
Según Gallo, el Hospital Británico debe entregar en febrero un “estudio de factibilidad”, por el cual “tiene que comprobar que el dispositivo tecnológico puede ser empleado por afiliados de mutualistas y usuarios de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) a un precio muy menor”.
Por otra parte, el Ministerio de Salud Pública está estudiando una sanción al seguro privado por la utilización del robot quirúrgico al menos en tres cirugías: “Toda habilitación tecnológica de gran porte está controlada y normatizada por Salud Pública, por lo tanto decimos Cumplamos La Norma. Como ministerio fiscalizamos la tecnología y en el próximo gabinete tomaremos las resoluciones que tengamos que tomar”, dijo el ministro de Salud Pública, Jorge Venegas.
Parece ser, no, es, que el ministro de Salud Pública tiene la potestad para “determinar” cuál es la “sanción” a aplicar. Habrá que esperar para ver cómo actúa frente al “hecho consumado”.
Un vocablo harto grandilocuente viene a ser el “mataburros” de este asunto desigual lleno de tropiezos y de accidentes: “Racionalizar.” Para prohibir el uso de la nueva tecnología, existe un Criterio de Racionalización de los equipamientos. No es que el ministerio esté “en contra de la alta tecnología”, existen “mecanismos regulatorios” que se tienen que “incorporar”, antes de “incorporar” los equipos.
A tales efectos, Gallo dijo que si cada institución quiere traer un “aparatito” para hacer dinero, se opondrán radicalmente. Según él, el Uruguay no es un país “rico” que pueda “tirar manteca al techo”. Para Gallo, cuando se trae un “aparato” hay que “sacar el mejor rendimiento”.
No puede cualquier Mongo Cucho traer un aparato y “currar” con él; es lo que entiende el mentado presidente de Junasa. Y también ha agregado un nuevo vocablo al diccionario de la Real Academia Española; “experticia”, al aducir que los cirujanos no tienen “experticia” para manejar el robot quirúrgico, parece ser que los cirujanos se están formando en el exterior pero Gallo entiende que tiene que tener como mínimo cincuenta cirugías para llegar a ese grado de especialización.
De lo anterior se desprende, deduce e infiere que el inconsciente colectivo del uruguayo está “robotizado” para echarle la culpa al gobierno a todo. Tal afirmación no es en absoluto un disparate, dado el carácter siempre “quejoso” del uruguayo medio, y su actitud de pasividad ante la superación de conflictos. ¿Mongo Cucho perdió el laburo? La culpa es de ese déspota de su padrón, ¡una abominable criatura que carece de corazón! (Pero Mongo Cucho en sus reflexiones no se detuvo a pensar que de los treinta días del mes, 20 dio parte de enfermo, y los 10 restantes, su productividad fue del 1/100).
Obviamente el gobierno no tiene la culpa de todo y los uruguayos son malpensados.
La verdad verdadera de verdad es que el gobierno tiene un corazón muy noble, y, siempre abocado a los sentimientos de las personas, entiende que a un robot le es imposible percibir las quejas de los pacientes en el caso de alguna circunstancia adversa, como por ejemplo, estársele terminando el efecto de la anestesia.
“Los robots no entienden idioma español pero las personas sí”, es el argumento de la oficialidad.
Impútesele entonces el cargo de “emulación de una cualidad o bien que otro posee” al cyborg, que bien que se lo merece.
Anna Donner Rybak © 2012