Es imposible tapar el sol con un dedo. El derecho a la educación es un derecho humano reconocido y se entiende como el derecho a una educación primaria gratuita obligatoria para todos los niños, una obligación a desarrollar una educación secundaria accesible para todos los jóvenes, como también un acceso equitativo a la educación superior, y una responsabilidad de proveer educación básica a los individuos que no han completado la educación primaria. Adicionalmente a estas previsiones sobre acceso a la educación abarca también la obligación de eliminar la discriminación en todos los niveles del sistema educativo, fijar estándares mínimos y mejorar la calidad.(*)
Según UNICEF, todos los niños tienen derecho a la educación y es obligación del Estado asegurar por lo menos la educación primaria gratuita. Todos los niños y adolescentes tienen derecho a recibir una educación de calidad que contribuya al desarrollo de todas sus potencialidades. Y tienen derecho al descanso, al esparcimiento, al juego y a participar de actividades artísticas y culturales.
Según UNICEF, todos los niños tienen derecho a la educación y es obligación del Estado asegurar por lo menos la educación primaria gratuita. Todos los niños y adolescentes tienen derecho a recibir una educación de calidad que contribuya al desarrollo de todas sus potencialidades. Y tienen derecho al descanso, al esparcimiento, al juego y a participar de actividades artísticas y culturales.
Etimología
La educación, (del latín educere "sacar, extraer" o educare "formar, instruir") puede definirse como:
• El proceso multidireccional mediante el cual se transmiten conocimientos, valores, costumbres y formas de actuar. La educación no sólo se produce a través de la palabra, pues está presente en todas nuestras acciones, sentimientos y actitudes.
• El proceso de vinculación y concienciación cultural, moral y conductual. Así, a través de la educación, las nuevas generaciones asimilan y aprenden los conocimientos, normas de conducta, modos de ser y formas de ver el mundo de generaciones anteriores, creando además otros nuevos.
• Proceso de socialización formal de los individuos de una sociedad.
• La educación se comparte entre las personas por medio de nuestras ideas, cultura, conocimientos, etc. respetando siempre a los demás. Ésta no siempre se da en el aula.
Existen tres tipos de educación: la formal, la no formal y la informal. La educación formal hace referencia a los ámbitos de las escuelas, institutos, universidades, módulos, mientras que la no formal se refiere a los cursos, academias, e instituciones, que no se rigen por un particular currículo de estudios, y la educación informal es aquella que fundamentalmente se recibe en los ámbitos sociales, pues es la educación que se adquiere progresivamente a lo largo de toda la vida.
La educación, (del latín educere "sacar, extraer" o educare "formar, instruir") puede definirse como:
• El proceso multidireccional mediante el cual se transmiten conocimientos, valores, costumbres y formas de actuar. La educación no sólo se produce a través de la palabra, pues está presente en todas nuestras acciones, sentimientos y actitudes.
• El proceso de vinculación y concienciación cultural, moral y conductual. Así, a través de la educación, las nuevas generaciones asimilan y aprenden los conocimientos, normas de conducta, modos de ser y formas de ver el mundo de generaciones anteriores, creando además otros nuevos.
• Proceso de socialización formal de los individuos de una sociedad.
• La educación se comparte entre las personas por medio de nuestras ideas, cultura, conocimientos, etc. respetando siempre a los demás. Ésta no siempre se da en el aula.
Existen tres tipos de educación: la formal, la no formal y la informal. La educación formal hace referencia a los ámbitos de las escuelas, institutos, universidades, módulos, mientras que la no formal se refiere a los cursos, academias, e instituciones, que no se rigen por un particular currículo de estudios, y la educación informal es aquella que fundamentalmente se recibe en los ámbitos sociales, pues es la educación que se adquiere progresivamente a lo largo de toda la vida.
Según el profesor Jorge Bralich el proceso de la Reforma Escolar fue sin duda un elemento fundamental en la estructuración de nuestro sistema educacional. Hasta su concreción, el país no contaba con un verdadero sistema escolar; las escasas escuelas públicas carecían de una adecuada coordinación -en planes, en métodos, etc.- a pesar de algunos esfuerzos encarados poco antes de iniciarse el proceso, por quien fuera uno de sus mentores: José Ma. Montero.
En esta reforma confluyeron por un lado, la inteligencia y dinamismo de una figura muy joven (José Pedro Varela, de 31 años). Por el otro lado la fuerza y determinación de otra figura también joven (el Coronel Latorre, gobernante de facto desde 1875). Detrás de ellos, una clase social alta -con distintos motivos- reclamaba una educación que posibilitase una modernización del país: tecnología agraria, tecnología industrial, obreros disciplinados y con conocimientos básicos: lectura, escritura, cálculo. Estaba también el grueso de la población -con gran proporción de inmigrantes europeos- que no desdeñaba la escuela y que -sobre la base de una ideología de justicia social e igualdad- influiría en el apoyo alcanzado por la Reforma Escolar entre los sectores populares.
Esta reforma -a partir de un proyecto de Varela más removedor- se concretó en una estructura centralizada con un Inspector Nacional de Instrucción Primaria, una Dirección general de 7 miembros y autoridades departamentales. La escuela pública sería gratuita, obligatoria y con enseñanza de la religión católica, excepto para los niños cuyos padres se opusiesen. La metodología pedagógica no sólo descartó todo castigo físico, sino que instituyó nuevas formas -las "lecciones sobre objetos"- acordes con los avances a nivel mundial.
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El período que se extiende desde mediados de los 50 hasta comienzos de los 70, constituye uno de los momentos más dolorosos para el proceso educacional, sólo superado por la posterior etapa de la dictadura militar. Durante ese lapso se mantuvo un movimiento de carácter inercial que permitió al sistema educativo continuar expandiendo su cobertura y afianzando su posición dentro del contexto social: la enseñanza media -especialmente la secundaria- se constituyó así en la continuación casi normal de los estudios primarios, en tanto la Universidad de la República aumentó su matrícula en importante proporción.
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El período que se extiende desde mediados de los 50 hasta comienzos de los 70, constituye uno de los momentos más dolorosos para el proceso educacional, sólo superado por la posterior etapa de la dictadura militar. Durante ese lapso se mantuvo un movimiento de carácter inercial que permitió al sistema educativo continuar expandiendo su cobertura y afianzando su posición dentro del contexto social: la enseñanza media -especialmente la secundaria- se constituyó así en la continuación casi normal de los estudios primarios, en tanto la Universidad de la República aumentó su matrícula en importante proporción.
La educación -empero- no podía estar desligada del proceso social que el país vivía; la crisis económica iniciada a mediados de los 50 afectó no sólo el nivel de vida de grandes sectores sociales, sino que condujo por un lado a respuestas violentas de diverso orden (desde manifestaciones y huelgas hasta la organización de una guerrilla urbana) y por otro lado a una represión estatal violenta y poco selectiva. Los componentes del sistema educativo se vieron envueltos en esa dinámica: estudiantes, maestros, profesores y autoridades educacionales se enfrentaron en reclamos, protestas y medidas represivas que determinaron un rápido deterioro del sistema que ya presentaba síntomas de grave decaimiento, claramente señalados en el lúcido diagnóstico de la CIDE-CCEE. Los rendimientos del sistema eran muy bajos considerando el largo proceso que el mismo había experimentado desde principios de siglo: la cantidad de educación no se correspondía con un buen nivel de calidad, pese a que -paradójicamente- el nivel de inversión alcanzado por ese entonces fue uno de los más altos: 3.15% del PBI en el año 1965.
El gobierno nacional simplificó la visión de la crisis que atravesaba la sociedad y la educación, ofreciendo una visión maniqueísta en la que él representaba el bien y los sectores desconformes de la sociedad encarnaban el mal (especialmente los que se constituían en ideólogos de esa maldad: educadores, intelectuales, líderes sindicales, estudiantes). La solución de la crisis debía -en consecuencia- proceder de un mejor contralor ideológico de la sociedad y, por lo tanto, de una férrea dirección del sistema educativo: la Ley de Enseñanza de 1973 fue el instrumento idóneo para terminar con toda autonomía educacional y toda posibilidad de protesta ó rebeldía.
El golpe militar de 1973 no fue más que la institucionalización de una situación de hecho creada por el Poder Ejecutivo, en muchas ocasiones con la aquiesencia del Parlamento. Era una manera radical y "fácil" de controlar una crisis económica y social que amenazaba con desbordar hacia cambios de corte revolucionario. La receta política -que fue la misma para gran parte de América Latina- exigía una transformación de las estructuras educacionales, que en nuestro país habían evolucionado favorablemente en el correr del siglo y cobijaban a importantes sectores de las corrientes políticas más progresistas.
No existió realmente una nueva política educacional, sino -simplemente- una política represiva aplicada a la educación: se trataba de eliminar todo rastro de lo anterior y de regimentar el sistema de tal manera que nada pudiese escapar al contralor militar, lo que llevó a que algunas veces se interviniese aún donde estaban actuando autoridades designadas por el propio régimen militar, en un desborde casi patológico de temor y desconfianza.
No existió realmente una nueva política educacional, sino -simplemente- una política represiva aplicada a la educación: se trataba de eliminar todo rastro de lo anterior y de regimentar el sistema de tal manera que nada pudiese escapar al contralor militar, lo que llevó a que algunas veces se interviniese aún donde estaban actuando autoridades designadas por el propio régimen militar, en un desborde casi patológico de temor y desconfianza.
Una década de autoritarismo no logró, sin embargo, destruir una ideología democrática bastante arraigada en nuestra sociedad y al menor resquicio de libertad afloraron manifestaciones no sólo de una ideología democrática, sino también, de ideologías ubicadas más a la izquierda del espectro político.
Más allá del drama social generado la dictadura, esta tuvo la virtud -sin embargo- de promover un consenso acerca de la necesaria e inmediata reinstitucionalización democrática: casi todos los grupos políticos aunaron sus esfuerzos para recuperar aquel estado social perdido casi dos décadas atrás (antes de los gobiernos autoritarios y de la dictadura militar) y para avanzar hacia una sociedad con más justicia y bienestar. La meta era, quizás, demasiado ambiciosa, pero sirvió como un horizonte a perseguir con entusiasmo.
(Fuente: http://www.rau.edu.uy/uruguay/cultura/histoweb.htm)
Más allá del drama social generado la dictadura, esta tuvo la virtud -sin embargo- de promover un consenso acerca de la necesaria e inmediata reinstitucionalización democrática: casi todos los grupos políticos aunaron sus esfuerzos para recuperar aquel estado social perdido casi dos décadas atrás (antes de los gobiernos autoritarios y de la dictadura militar) y para avanzar hacia una sociedad con más justicia y bienestar. La meta era, quizás, demasiado ambiciosa, pero sirvió como un horizonte a perseguir con entusiasmo.
(Fuente: http://www.rau.edu.uy/uruguay/cultura/histoweb.htm)
Mucha agua ha pasado bajo el puente y no se puede tapar el sol con un dedo. El derecho a la educación es un derecho humano reconocido.
Reforma de la educación: ¿Hacia el siglo XXI o cuál?
Yo creo que nuestra educación dista bastante del siglo en que estamos inmersos. La verdad es que no podría especificar si se trata de nuestro país, o de la coyuntura tercermundista.
Además de tener dos hijas que cursaron bachilleratos en instituciones de renombre montevideanas, también soy analista de sistemas, docente y artista.
Además de tener dos hijas que cursaron bachilleratos en instituciones de renombre montevideanas, también soy analista de sistemas, docente y artista.
Con la mano en el corazón: ¿Ustedes no se aburrían en el liceo? Yo, sí. En una edad en la cual tenemos nuestra adrenalina a full, y la cabeza volando por bastantes lugares, se para un rígido profesor a hablarnos del neopositivismo. (¿A qué adolescente de diecisiete años puede interesarle el neopositivismo?) Por lo menos, enseñado así (¡igualito que me lo enseñaron a mí, y eso que pasaron veinticinco años!), no.
Con pesar, compruebo que los programas actuales son casi idénticos a los de mi época, y ese simple, pero patético hecho, ratifica que algo anda, no mal, sino muy mal.
Lo que sí hubiera felicitado, es que el programa de la materia Idioma Español sí hubiera permanecido igualito que antes, pero tuvieron la infeliz idea de poner todos (absolutamente todos) los conceptos en “arameo”: siempre fui una alumna 6 y debo de confesar que cuando mis hijas me mostraron sus apuntes, jamás entendí qué se persigue al haber efectuado cambios fundamentales, que lejos de aclarar, marean.
El libro de Paloma Block de Donner, el que seguramente muchos recuerdan y extrañan, era claro. ¿Ahora? Con la mano en el corazón, la “reforma” de ese programa está más lejos de ser un laberinto que un pilar de apoyo. ¿A quién se le habrá ocurrido, por Dios enrevesar Idioma Español cuando era (desgraciadamente el verbo conjugado en pretérito imperfecto), clara?
Con pesar, compruebo que los programas actuales son casi idénticos a los de mi época, y ese simple, pero patético hecho, ratifica que algo anda, no mal, sino muy mal.
Lo que sí hubiera felicitado, es que el programa de la materia Idioma Español sí hubiera permanecido igualito que antes, pero tuvieron la infeliz idea de poner todos (absolutamente todos) los conceptos en “arameo”: siempre fui una alumna 6 y debo de confesar que cuando mis hijas me mostraron sus apuntes, jamás entendí qué se persigue al haber efectuado cambios fundamentales, que lejos de aclarar, marean.
El libro de Paloma Block de Donner, el que seguramente muchos recuerdan y extrañan, era claro. ¿Ahora? Con la mano en el corazón, la “reforma” de ese programa está más lejos de ser un laberinto que un pilar de apoyo. ¿A quién se le habrá ocurrido, por Dios enrevesar Idioma Español cuando era (desgraciadamente el verbo conjugado en pretérito imperfecto), clara?
Sin embargo, desde el rol de docente hay mucho por hacer que sí y solo sí DEPENDE del docente, el docente es el “patrón” en su grupo, él decide (aún a pesar de tener que regirse por el Programa X), porque lo que importa no es lo QUE se enseña, sino COMO se lo enseña.
Se puede enseñar neopositivismo, y si uno se las ingenia, sus alumnos podrán vislumbrar que la filosofía sirve para algo. Está en el docente, ver los mecanismos, vocablos. Y, es fundamental no desatender jamás el feedback, para así ir “dibujando” el sendero del curso.
Del mismo modo, se puede enseñar programación de sistemas, y ser entendido por veinte alumnos a la vez. Depende de uno, de los ejemplos que use, de las analogías que haga. Depende de cómo administre los 40 minutos el docente. Como todos los grupos son (irremediablemente y felizmente) heterogéneos, existirán los que “cacen en el aire”, y como contrapartida los que necesiten de al menos diez explicaciones de cada concepto. Una idea inteligente para una situación de ese estilo, es, a los primeros, ponerles ejercicios prácticos, mientras a los segundos se les dedica el tiempo. Con esto, ninguno quedará inactivo o aburrido en esos 40 minutos.
Se puede enseñar neopositivismo, y si uno se las ingenia, sus alumnos podrán vislumbrar que la filosofía sirve para algo. Está en el docente, ver los mecanismos, vocablos. Y, es fundamental no desatender jamás el feedback, para así ir “dibujando” el sendero del curso.
Del mismo modo, se puede enseñar programación de sistemas, y ser entendido por veinte alumnos a la vez. Depende de uno, de los ejemplos que use, de las analogías que haga. Depende de cómo administre los 40 minutos el docente. Como todos los grupos son (irremediablemente y felizmente) heterogéneos, existirán los que “cacen en el aire”, y como contrapartida los que necesiten de al menos diez explicaciones de cada concepto. Una idea inteligente para una situación de ese estilo, es, a los primeros, ponerles ejercicios prácticos, mientras a los segundos se les dedica el tiempo. Con esto, ninguno quedará inactivo o aburrido en esos 40 minutos.
Pero, parece que faltan años luz para que las cosas se muevan. Compruebo fehacientemente, que, lejos de que nuestros hijos sean estimulados a sentir Amor o Interés por el estudio, se está logrando el efecto contrario: que no quieran saber nada de nada. Lo dicho, los alumnos se siguen aburriendo en la clase, igual que yo me aburría.
Pero, insisten en seguir haciendo las cosas al revés. La última reforma de los bachilleratos, en lugar de agregar, desagregó. ¿A quién se le puede ocurrir que cuando un educando está en quinto del segundo ciclo y debe de profundizar agregar materias? Nueve mujeres no pueden parir un bebé en un mes. Lo lógico sería que la cosa se concrete, y no se pierda tiempo en materias que nada aportan a la orientación, en beneficio de la practicidad, pero la reforma que se implementó logró lo contrario: diversifica, aún más. ¿Qué se pretende? ¿Que los pocos jóvenes que aún tienen ganas de vivir y trabajar en Uruguay pierdan sus esperanzas reprobando exámenes en liceos y/o universidades diabólicas, en donde lo común es una larguísima lista de eliminados con dos o tres excepciones? ¿Por qué no se realiza una prueba de ingreso / vocación / aptitudes en las universidades, como en los países del primer mundo? Es evidente que si tenemos quinientos alumnos por clase, estamos en problemas. Pero, no es poniendo exámenes monstruosos el modo de reducir.
Pero, insisten en seguir haciendo las cosas al revés. La última reforma de los bachilleratos, en lugar de agregar, desagregó. ¿A quién se le puede ocurrir que cuando un educando está en quinto del segundo ciclo y debe de profundizar agregar materias? Nueve mujeres no pueden parir un bebé en un mes. Lo lógico sería que la cosa se concrete, y no se pierda tiempo en materias que nada aportan a la orientación, en beneficio de la practicidad, pero la reforma que se implementó logró lo contrario: diversifica, aún más. ¿Qué se pretende? ¿Que los pocos jóvenes que aún tienen ganas de vivir y trabajar en Uruguay pierdan sus esperanzas reprobando exámenes en liceos y/o universidades diabólicas, en donde lo común es una larguísima lista de eliminados con dos o tres excepciones? ¿Por qué no se realiza una prueba de ingreso / vocación / aptitudes en las universidades, como en los países del primer mundo? Es evidente que si tenemos quinientos alumnos por clase, estamos en problemas. Pero, no es poniendo exámenes monstruosos el modo de reducir.
Sin embargo, dentro del entorno tan adverso hubo un acierto. El Plan Ceibal. Vaya si lo fue, nobleza obliga reconocerlo. Pero, este comienzo de año, varios titulares anuncian un panorama poco halagüeño.
Según el Diario la República, sólo uno cada diez profesores usa habitualmente la “ceibalita” en clase. Apenas uno de cada diez docentes de Enseñanza Secundaria emplea algún laptop del Plan Ceibal en sus clases, pese a que todos sus alumnos del Ciclo Básico tienen una “Ceibalita”.
Solamente el 11% de los profesores utiliza “habitualmente” para dar clase una computadora portátil según la Encuesta del Departamento de Monitoreo y Evaluación del Plan Ceibal. El documento fechado en setiembre último, indica que el uso de los laptops en las clases de educación media, “es una actividad que entre los docentes encuestados se da de manera esporádica más que habitual”. La situación es aún peor en la ex Universidad del Trabajo, donde apenas el 8% del plantel docente emplea las laptops “habitualmente” y el 13% lo hace “algunas veces”. La extensión del Plan Ceibal a la enseñanza media en todos sus órdenes, está adoleciendo de un fuerte “cuello de botella”, según se entiende a nivel de las Asambleas Técnico-docentes de Secundaria.
Es que mientras los alumnos ya cuentan con una nueva generación de “Ceibalistas”: las de color azul con procesador más potente y casi el triple de memoria que sus antecesoras de color verde… buena parte de los profesores no saben aún manejar las máquinas.
Desde la dirección de las asambleas técnico-docentes se hace hincapié en que los docentes no recibieron capacitación adecuada para usar las nuevas tecnologías, lo que seguirá afectando toda la programación prevista.
La encuesta realizada indica que el 26% de los profesores liceales tiene un dominio “nulo o básico” de la computación; el 53% un dominio “intermedio” y solamente un 21% muestra “alto dominio”.
El 29% del profesorado desconoce cómo manejarse con las redes sociales, el 23% lo hace con carácter “básico”, el 29% “intermedio” y el 20% “alto”.
El 29% del profesorado desconoce cómo manejarse con las redes sociales, el 23% lo hace con carácter “básico”, el 29% “intermedio” y el 20% “alto”.
Los docentes, entre los cuales el 60% recibió capacitación informática, afirman que requieren además capacitarse para usar aplicaciones y programas (79%); en estrategias de uso de la computadora en clase (77%), y en uso pedagógico de aplicaciones (69%).
Será por estas mismas falencias que allá cuando yo me iniciaba en el “arte” de la docencia, un profesor veterano dijo en una reunión: “la computadora es un aparatito verde y negro que hace lo que quiere”. Yo era una pendeja, y no sé qué extraña fuerza me invadió que le respondí: “No señor, la computadora no es un aparatito que hace lo que quiere, la computadora hace lo que usted le dice que haga.”
Supongo entonces, que muchos deben creer (así como ese veterano en su momento esgrimió el argumento que sucede) que (también) las ceibalitas hacen lo que quieren, y no, las ceibalitas hacen lo que se les “dice” que hagan.
Sin embargo, estos “asuntos mundanos” no ocupan la “mesa de negociaciones”. Como si se fueran a “arreglar solos”.
El derecho a la educación es un derecho humano reconocido y se entiende como el derecho a una educación primaria gratuita obligatoria para todos los niños, una obligación a desarrollar una educación secundaria accesible para todos los jóvenes, como también un acceso equitativo a la educación superior, y una responsabilidad de proveer educación básica a los individuos que no han completado la educación primaria.
(*) Fuentes: Wikipedia, apuntes del profesor Jorge Bralich, y diario La República.
Anna Donner Rybak © 2012