lunes, 6 de septiembre de 2010

El Rol Tecnología: ¿al Servicio o al Martirio del individuo?


Cuando uno es un niño, un año es eterno.

Comienza la escuela, le enseñan las estaciones, y parece que transcurren siglos entre las primeras semanas de clase, y la semana “De Turismo”, quizá contento, un nuevo año, ¡un año más grande!, así, luego ¡Las Vacaciones de Julio!

¡Fá! Cuánto tiempo, ya pasó medio año, ¡Medio Año!, un poco más, las vacaciones de Primavera, y luego, ¡Fin de Año! Fiesta de Fin de Cursos, y las Vacaciones.

Esos ciclos vistos desde nuestra óptica infantil eran larguísimos, un Año era un Siglo…

Estábamos en primero, leyendo “A la Rueda Rueda”, haciendo dictados donde SI nos corregían las faltas de ortografía con rojo, y la maestra ponía bien grande “0f!”, o “Sobresaliente”, o lo que fuera y por lo tanto nos enseñaban a escribir muy bien; la división de palabras en agudas, graves y esdrújulas, las reglas de que con la b o con la p no iba la ene sino la eme, y la maestra escribía “mb-mp”, y la regla era que se decía imposible, y el que dijera “inposible” estaba en falta porque había violado esa regla, las agudas terminadas en n y s llevaban tilde, para serlo, los diptongos y los hiatos, las sílabas, el Verbo, y sus infinitas conjugaciones, y “todo eso” iba apilándose en el “stack” de nuestra memoria, y cuando queríamos acordar éramos cero falta, nos decían “Pretérito Pluscuamperfecto” o “Yuxtaposición”, y sabíamos de qué nos hablaban. (Me pregunto qué pensará un individuo tanto adolescente como “Grande” si le pregunto en la mitad de 18 de julio qué es el Pretérito Pluscuamperfecto) También teníamos que sumar, restar, multiplicar y dividir a mano, eso digamos que lo hacíamos, pero ¡ay de calcular una raíz cuadrada!
Pero, lo cierto es que los que vivimos infancia en los setenta, sufrimos cambios sumamente vertiginosos.

Las primeras calculadoras, costaban carísimas, pero luego, nos fuimos acostumbrando a no hacer más cuentas a mano, estábamos encantados, pero, así, sin darnos cuenta, nos íbamos olvidando cómo hacer una resta cuando “le tengo que pedir uno al de al lado”, o una división con un cociente de dos cifras, todo iba siendo sustituido por la calculadora. ¿Para qué hacer una división a mano y todavía con comas, cuando la calculadora lo hacía todo? ¡Qué maravilla!, nos decíamos. No obstante, sabíamos hacer cuentas, y sabíamos escribir sin faltas.

Y así lentamente, iban surgiendo las primeras computadoras, cuando la palabra computadora en nuestra mente de niño era similar a “Robot”, o “máquina alimenticia”, como la de Ultra Sónico, mi madre siempre decía: “Ese es el mejor invento de “futuro””. La máquina era cargada con las frutas, verduras, carnes, etc, y según el botón (así como hoy existen las expendedoras de café y les “decimos” cortado con azúcar, o chocolate, y son ¡de verdad!), expedían los alimentos. Y la máquina de café de hoy no está tan lejos de aquellas utopías.

Las computadoras se fueron perfeccionando, cada vez se lograban memorias mayores en espacios más reducidos, soportes magnéticos de menor tamaño y mayor capacidad, procesadores de mayor velocidad, y un día surgió el P.C. (Computadora Personal), es decir, una computadora que vivía “sin depender” de otras, porque antes, los mainframes funcionaban con terminales “tontas”, es decir, sin procesador, todo eso estaba en el equipo central.

Y con el advenimiento del P.C. comenzó a descentralizarse la informática. Primero eran aquellos enormes con sólo 1M de RAM (Memoria Volátil), (nos situamos en el segundo lustro de la década del 80), lo cierto es que con los 90, surgió el boom informático, con la aparición de las interfaces gráficas , el sistema operativo Windows, ya no eran los horrorosos monitores que nos dejaban la vista cansada, con letras en verde o naranja flúo, luego surgieron los blancos, pero al fin, toda una interfaz gráfica vino a sustituir el aburrido monitor donde sólo había letras anaranjadas o verdes. Las máquinas tenían discos rígidos con mayores capacidades, los gráficos se perfeccionaron, y entonces, también comenzaron a surgir los enemigos, como los correctores ortográficos de Word.
Y ese fue el comienzo del fin: El Corrector Ortográfico.

La gente se acostumbró a ni pensar en las reglas que había aprendido en la escuela, y decía “Total le paso el corrector ortográfico y ya está”, así, la decadencia del nivel fue proporcional a los avances de la tecnología, ni que hablar ahora con el tema de los chats, celulares, y esemeeses, donde nuestro idioma es burdamente amputado. Con la mano en el corazón, cuando quise ayudar a mi hija con Idioma Español, (y yo era alumna 6), me habían cambiado los nombres de los temas, (a mi juicio era tan fácil antes…), lo cierto es que entre la complicación de cada tanto nombrar a las mismas cosas de modo distinto, los correctores ortográficos, los chats, y los celulares, hacen que las personas se vayan olvidando de escribir con acentos, con mayúsculas y minúsculas, para sustituir todo por un pseudocódigo de abreviaturas, de números y letras, que resumen una oración entera en dos dígitos.

Los avances de la Tecnología, por tanto, son positivos pero también negativos.

Ni que hablar que desde el auge de Internet, surgieron Milagros, porque nunca nos habríamos imaginado en los setenta, que podríamos estar viendo y charlando a una persona que está a diez mil quilómetros de distancia.

Y la conclusión, es la relación Costo-Beneficio, resulta dudosa.

En el ámbito que más notoria es la diferencia es en el uso del lenguaje, los chicos (y lo no tan chicos también), escriben ya no errores, sino horrores ortográficos, no piensan, pasan el corrector, y entonces, adiós aquellos diptongos, hiatos, acentos, agudas, esdrújulas… Y el Placer de leer algo Bien escrito, es decir, con sus acentos, sin faltas, no se compara con nada.

Resulta aberrante ver textos mal redactados, y ese fenómeno se da cada vez con mayor frecuencia; “El Chico” porque ya su programa escolar había cambiado, y la maestra no le hacía dictados y le corregía las faltas con rojo, y “El Grande”, porque se dijo “No importa, total después le paso el corrector y ya está”, pero llegó un día en que se olvidó. ¡Y qué vergüenza pasó! (Porque cuando uno era chico era imposible que “Un Señor Grande” escribiera con faltas de ortografía. Se suponía que “Los Grandes” hacían las cosas bien). O sea que cuando nosotros fuéramos “Grandes” también seríamos geniales, perfectos, pues así veíamos a nuestros mayores, ya sea maestros, padres, etc.

Pero, el tiempo fue transcurriendo, los años se iban cada vez más rápido, por más que siempre eran de trescientos sesenta y cinco días, y un día, uno detectaba que no estaba en primer año de escuela, sino que estaba en la universidad, lo mismo que detectaba otro día que no era ayer que se había “arreglado” con su pareja, sino que llevaba quizá una veintena de años, y entonces, ya no tenía quince y pico, ni veinte y pico, ni treinta y pico, ni cuarenta …

Si. Por ahora cuarenta.

Claro que de chicos alguien de cuarenta lo catalogábamos de “viejo”, ¡cuarenta! ¡Una eternidad!
Todo pasó demasiado rápido, la TV color, la computadora, Internet, los pañales descartables, los microondas, y un día… nada era como antes.

Antes uno iba en el ómnibus deseando sentarse en la ventanilla, simplemente para disfrutar del paseo, o del paisaje. Ahora, vemos androides moviendo pulgares, ensimismados, ya vayan caminando, cruzando una calle, subiendo al ómnibus, bajando del ómnibus, ¡cómo si fuera tan importante ese mensaje y no pudiera esperar!

Es una especie de “adicción tecnológica”. Es entonces que los que todavía piensan, se preguntan: ¿qué está sucediendo? ¿Es esto bueno? ¿Es esto malo? Y lo cierto es que no hay respuestas certeras. Claro que también están los que directamente nada piensan, y se dedican a mover sus pulgares, a consumir cada nuevo chiche.

Nada es suficiente. Las cámaras de foto en el celular, internet en el celular, lo cual idiotiza totalmente al individuo, porque, a mi que los grandes visionarios tecnológicos me disculpen, pero zapatero a tus zapatos, internet, en tu pc, en su defecto notebook o netbook, la cámara, es la cámara, y no la del celular, porque tiene pésima resolución.

Lo cierto es que todo lo estamos haciendo reductible. Con lo bello que es tomar una fotografía enfocando planos, artesanalmente, existen las aberrantes tomas de los celulares…

Nos vemos entonces tentados a concluir entonces que la Tecnología va en contra del Arte.

La cámara digital enfoca sola, qué divino, pero ¿Y la magia de enfocar Uno mismo, y elegir qué plano destacar, y qué plano dejar difuso, y dibujar su propia foto?

¿Y la pintura digital? ¿Que con dos “clicks” se hacen bellos cuadros muy “Dali”?

¿Y qué sucede con quien dibujaba la figura humana? ¿Para qué se va molestar si ahora se la hace la computadora?

¿Y qué sucede con aquello de escribir completo, con acentos, mayúsculas, minúsculas?

Está difícil el balance. No me queda clara la ecuación Costo Beneficio.

Un capítulo aparte merecen los jueguitos. Tanto los de la computadora, como los de los celulares. Lo cierto es que muchos se pasan el día entero jugando al Tetris, ya sea en su PC, o en su celular, y ¿qué va sucediendo con las neuronas de ese individuo? Cada día están más y más en remojo, cada día las usa menos. Y sabemos que lo que no se usa, deja de funcionar, se oxida. ¿Entonces, al fin y al cabo, cuál es el rol de la tecnología? ¿Diseñar Idiotas? NO, no tanto. Pero está cerca de hacerlo.

No, no tanto desde el momento en que hoy con una simple operación laser que consume diez minutos como máximo uno se puede curar una miopía que jamás en su vida hubiera imaginado.

¿Qué es lo que falla entonces?

¿Cómo se puede hacer para conjugar la Tecnología al Servicio y no al Martirio del individuo?

El Tiempo dirá.

Anna Donner Rybak © 2010
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