La película “Un método peligroso” cuenta una historia de descubrimiento sexual e
intelectual basada en acontecimientos reales a partir de la turbulenta relación
entre Carl Jung, su mentor Sigmund Freud y Sabina Spielrein. A este trío se
añade Otto Gross, un paciente libertino decidido a traspasar todos los límites.
Esta exploración de la sensualidad, de la ambición y del engaño llega a su
momento cumbre cuando Jung, Freud y Sabina se reúnen antes de separarse
definitivamente y acabar cambiando la dirección del pensamiento moderno.
Pero; ¿lo han cambiado?
El pensamiento de Freud se basa
en la represión. (¿Represión?)
“El psicoanálisis es una teoría
sobre los procesos psíquicos inconscientes, que presenta una concepción
ampliada de la sexualidad, de sus relaciones con el acontecer
psíquico y su reflejo en lo sociocultural. El supuesto de que existen los
procesos, fenómenos y mecanismos psíquicos inconscientes junto al papel de la sexualidad y del llamado complejo de
Edipo, que resulta en una diferenciación entre instinto
(propio de los animales pero no de los humanos) y pulsión (impulso
psíquico característico de los sujetos de la especie
humana);
así como la aceptación de la teoría de la represión y el papel de la resistencia en el análisis constituyen
para Freud los pilares fundamentales de su edificio teórico, al punto que
sostiene que «quien no pueda admitirlos
todos no debería contarse entre los psicoanalistas»” (Wiki)
Resulta paradójico que entre los
postulados del psicoanálisis figuren pautas como “represión” y “resistencia”,
sobre todo en lo que a la sexualidad se refiere.
Sabina Spielrein es enviada en su
adolescencia a Suiza puesto que padece conductas esquizofrénicas y es tratada
por Carl Jung. Al principio opone resistencia, y es a través del psicoanálisis
(Un método de investigación que consiste esencialmente en evidenciar la
significación inconsciente de las palabras, actos, producciones imaginarias
(sueños, fantasías, delirios) de un individuo. Este método se basa
principalmente en las asociaciones libres del sujeto, que garantizan la validez
de la interpretación. La interpretación psicoanalítica puede extenderse también
a producciones humanas para las que no se dispone de asociaciones libres.-
Wiki) que Jung consigue arribar a lo que atormenta a Sabina y de lo que ella se
avergüenza y por lo tanto reprime. Al Sabina entrar en un episodio Jung le pide
que narre qué está pensando, o si eso que la atormenta ella puede asociarlo con
una imagen. Sabina responde “Una mano”.
La mano de su padre. Spielrein
expresa que lo que “la saca” es
cualquier tipo de humillación. Jung le pide vivenciar el primer episodio de esa
naturaleza que recuerde. Sabina responde que se trata de la primera vez que su
padre la castigó. Dice que era muy pequeña, y su padre la obligó a quitarse la
ropa. Luego le pego. Varias veces. Pero, lo que luego sorprende es que Sabina
confiesa que ese episodio violento, la excitó.
A partir de entonces, Sabina se “hace adicta” a vivir episodios
violentos. Ellos funcionan como fetiches. Dice sentirse “perversa, sucia y malvada”.
Pero no debería de sorprendernos
que (y sobre todo dada la época, los albores del siglo XX) que la represión
sexual produzca tan nefastos efectos.
Somos arrojados en un mundo en el
cual los mandatos indican que la sexualidad es un medio para un fin: la reproducción
de la especie. Y cuando la sexualidad se convierte en el fin (el placer); se la
condena.
¿Cuántas madres rezongan a los
chicos cuando están explorando su cuerpo? Muchas. Este fenómeno a una edad tan
temprana provoca que ese chico sienta que lo que está haciendo es MALO. A partir
de esta nefasta idea (descubrirme y darme placer es malo), se genera mucha
culpa, y malestar.
Esto deviene que la sexualidad
(aún) sea vivida de modo reprimida (aunque estamos mejor que en la época de
Sabina Spielrein), pero no tanto.
Los fundamentalistas de las
principales religiones monoteístas condenan el placer sexual: es tan bestial que
en el islam a la mujer se la obligue a usar la burka, se la azote si muestra
alguna parte del cuerpo en público, como lo es que en el judaísmo las mujeres
religiosas deben usar largas polleras y el cabello cubierto, y los fines de
semana no usar transporte ni luz, como si se viviera en plena Edad Media, es
tan bestial que la iglesia católica inculque el sexo como Pecado.
Estas pautas o mandatos, no
ayudan en nada, mejor dicho si ayudan. ¿A qué? A reprimir la sexualidad. A
sentirse “sucio” por tener deseo
sexual. A sentirse “perverso”.
Los estragos que produce la
represión sexual en el individuo son infames, y si ese individuo tiene suerte
de darse cuenta por sí mismo que eso que le han inculcado lo debe de “vomitar”, podrá tener una sexualidad
sana y saludable. Pero no todos pueden, y se quedan instalados en el lugar de
una sexualidad enferma.
Lugar aparte para los no
heterosexuales, quienes siguen siendo discriminados como seres enfermos,
pervertidos. La sociedad los estigmatiza, los condena. Existe un cúmulo de
nefastos predicadores que han escrito libros acerca de cómo “curar” la homosexualidad. (Ellos sí
deberían de ir a la hoguera).
Volviendo a Carl Jung, éste enfatizó
la conexión funcional entre la estructura de la psique y sus
manifestaciones culturales incorporando en su metodología nociones procedentes
de la antropología, la alquimia,
los sueños, el arte, la mitología,
la religión
y la filosofía.
Todo comenzó durante unas vacaciones de verano en
las cuales acontecieron dos sucesos los cuales irían conformando el destino y
evolución profesional de Jung. La ruptura por la mitad de una mesa redonda de
nogal, con setenta años de antigüedad, en presencia de su madre, hermana y criada,
y catorce días después, un aparador, mueble originario del siglo XIX.
En su interior se hallaba la cesta del pan, rectangular, dispuesta de tal modo
que en una esquina se encontraba el mango del cuchillo y en las otras tres, los
tres trozos en que había quedado dividido el utensilio. Descartándose
causalidades al uso, supieron de ciertos familiares inmersos en prácticas espiritistas,
y de una médium
de poco más de quince años, los cuales decían querer ponerse en contacto con
él.
Ante la pregunta «¿qué sucede en la enfermedad mental?», Jung se encontrará por
entonces, dado el estado de avance de la disciplina a inicios del siglo XX,
con una labor de abstracción de la
personalidad enferma y un reduccionismo
dirigido a diagnósticos, descripción de síntomas
y estadísticas.
La psicología del enfermo mental y su correspondiente individualidad implícita
eran inexistentes.
Será en este contexto donde comience a elaborar y
aplicar su famosa prueba de asociación o experimento de asociación de palabras
que lleva su nombre.
La prueba consiste en que al paciente se le va
leyendo una lista de conceptos, y él debe (mediante asociación) responder lo
primero que le viene a la mente. Si demora esa respuesta, se asume que ese
concepto es traumático para el paciente. Se miden con precisión los tiempos de
respuesta a cada concepto.
Jung y Freud.
- Lo que más le interesó a Jung fue la aplicación del concepto de represión como mecanismo de defensa, trasladado desde el campo de la neurosis al de los sueños. Y es que en sus propios experimentos de asociación de palabras, también Jung hallaba represiones a la hora de emitirse respuestas ante la sugerencia de determinados términos: o no se producían o el tiempo de reacción era comparativamente amplio. El experimentador se hallaba en este caso ante un complejo del paciente, lo cual no hizo más que constatar las mismas conclusiones a las que llegara Freud desde lo onírico.
- Sin embargo, ya desde sus inicios Jung mantuvo su oposición a que la causa de la represión se hallara en el trauma sexual. Constantemente podía corroborar en su propia consulta cómo existían numerosos casos que no se avenían a la sexualidad como etiología.
Freud no se
preguntó nunca por qué debía hablar constantemente sobre el sexo, porque este
pensamiento le poseía. Nunca tendría consciencia de que en la «monotonía del
significado» se expresaba la huida de sí mismo, o de aquella otra parte suya
que quizás pudiera definirse como «mística». Sin reconocer esta parte no podía
sentirse acorde consigo mismo. Era ciego frente a la paradoja y la ambigüedad
de los significados del inconsciente, y no sabía que todo cuanto emerge del
inconsciente posee algo superior e inferior, algo interno y externo. Cuando se
habla de lo externo —y esto hizo Freud— se considera sólo la mitad de ello y,
consiguientemente, surge en el inconsciente una fuerza antagónica. - Carl
Gustav Jung. Recuerdos, sueños, pensamientos
(Wiki)
Volviendo a
Sabina Spielrein, en cuanto dejó de vivenciar su sexualidad con culpa y
represión, dejó de tener aquellos episodios y fue dada de alta. Más adelante,
ella misma estudió psiquiatría.
Para concluir, todo lo que esté asociado
a Represión, no resulta saludable.
En todos los aspectos de la vida. Y los
mayores estragos se ven en el aspecto sexual.
Anna Donner Rybak © 2012