-¡Ay! Es un horror este país, ya no se puede andar tranquilo, a todos estos les dan guita, y se la gastan en vino, ¡que vayan a trabajar!- Sí, querida, nostros tenemos que pagarles los sueldos a esa manga de planchas - Qué ironía mi querida, ellos nos roban, y nosotros los tenemos que bancar- Ah, el otro día subió un viejo pidiendo plata en el ómnibus, no sabés el olor y la mugre que tenía.-¡Qué asco! ¿Cómo no vomitaste? Yo ni loca viajo en ómnibus, capaz todavía me contagio de SIDA, o se me suben las pulgas, o los piojos.- ¡Yo debería! No sabés qué asco de viejo, esos pelos no ven un peine desde que nació.- ¡Deberían prohibirles que se suban al ómnibus! - Era asqueroso el viejo, la ropa la tenía agujereada, y todavía te dicen que no tienen para comer, este país ¡Ya no es lo que era! ¡Estamos rodeados de inmundos planchas! Este gobierno subversivo, fijate que el presidente es un terrorista, ¿dónde viste que el pueblo elija un terrorista como presidente? - ¡Sí, es una vergüenza! Además es impresentable, el otro día en un diario peruano salió una columna que decía que el presidente de la República Oriental del Uruguay no se vestía acorde con su rango, me da vergüenza, realmente.- Ahora estos subversivos, que llegaron al poder, esto es un desastre, a esos mendigos habría que matarlos a todos.- Te digo un secreto, yo creo que deberíamos limpiarnos de tanta escoria, claro, ¿cómo voy a decir eso en la misa del domingo?...
La calle tiembla ante los pasos que ya no son
Vendrá la lluvia y no podrá borrar aquel sueño
Los recuerdos son ruinas del pasado" (Joaquín Dodán)
En mi país,
la pobreza,
que tristeza...
(A. Zitarrosa)
El hombre de la calle
sigue yendo a trabajar
Porfiado, de sombrero
Más allá de un temporal
(J. Ross)
Juan trabajaba en una planta industrial. Era el responsable de los operarios y de las máquinas. Juan vivía vivir dignamente de su sueldo, tenía con su esposa Luisa una casa con un jardín, en La Teja. Juan entró a trabajar en la fábrica a los veintidós y empezó como peón. Dado su oficio de técnico en motores, que había estudiado en la UTU,era muy eficiente. Lentamente, le fueron adjudicando responsabilidades, y fue ascendiendo hasta llegar a ser nombrado como encargado de la planta. Esa, su fábrica, en la que Juan había trabajado toda la vida,cuando él cumplió los cincuenta y dos; fue vendida. Los nuevos dueños no querían "viejos", y no les importó nada; lo pusieron de patitas en la calle. Juan empezó nuevamente ,¿dónde conseguiría trabajo con cincuenta y dos? Hizo changas en alguna obra, pero la columna no le daba más, la plata apenas para comer. Juan y Luisa tuvieron que vender su casa, y mudarse a un asentamiento. O casa o comida, todo era imposible. Juan buscaba y buscaba, pero todos lo miraban con cara de "¿Qué querés, viejo?", "Eso que sabés hacer, ya no se hace más", y entonces, Juan comenzó a tener que buscar comida en los tarros de basura para llevar a Luisa, porque no podían mantenerse. Entonces Juan comenzó a recolectar basura. Consiguió un caballo flaquito, muy flaquito, y se hizo un carrito breve de madera, y ya sea invierno,verano, llueva o truene no puede dejar de salir con el carro. Juan ya tiene setenta y cinco, y ya no puede hacer trabajos de fuerza, además enviudó. Juan está cansado, ahora tiene ochenta, y ya no tiene fuerzas para andar en el carrito. Juan dejó el asentamiento y desde entonces vive en la calle. Él dice que ya está acostumbrado, que prefiere la calle al asentamiento, porque no quiere que le roben... eso sí, lo acompaña un perro, fiel amigo vagabundo como él...
Anna Donner Rybak © 2011