No; no se trata de una orden para que leas a Dafna.
Lea y
Dafna, son los nombres de las protagonistas femeninas de mis novelas.
(Lea – “La Judía de Montevideo”)
(Dafna – “El Amo”)
¿Una obra
escrita es objetiva o subjetiva?
Este es el
gran dilema al que me vi enfrentada a la hora comenzar. Y, entiendo, que, por
más que uno haga una ficción, siempre la hace desde uno, por lo tanto la
escribe pensado con una cabeza, teniendo unas ideas, teniendo cierta identidad,
por lo tanto, nunca es absolutamente objetiva una obra.
Sin embargo
a veces es más subjetiva que otras.
A la hora
de escribir yo plasmo determinados valores (ya sea por oposición o por acuerdo)
que son los que rigen mi vida. Mi ideología.
Me sería
imposible escribir sin reflejar mi individualidad, puesto que la razón y el
placer que me provoca el acto de escribir es que “el mensaje llegue”.
Me gusta
escribir para hacer pensar. No me importa que mis lectores acuerden o
discrepen, me importa que tomen cierta postura porque el mero acto de tomarla,
es el resultado de un pensamiento. Es en ese hito en donde yo hallo la
satisfacción.
Dado que me
han sido otorgados ciertos dones, y ciertos valores, me importa y mucho
ponerlos en letras.
Esa es mi
mayor pasión a la hora de escribir. Ya sea en el humor, en la novela, en los
cuentos, en los fantásticos, o en el ensayo.
Les
mentiría si les dijera que Lea y Dafna no tienen cosas de mí. Ambas tienen mi
ideología, y me siento desdoblada en cada una de ellas. A la hora de construir
a todos los personajes de mis novelas, cuentos, humoradas, influyen las
circunstancias que atravieso en mi vida. Las circunstancias en que estoy
inmersa. Claro que otros personajes, como Bruno, o Augusto precisamente tiene
la ideología opuesta a la mía.
Los nombres
de Lea y Dafna tienen un porqué muy especial.
Lea iba a
ser mi segundo nombre, puesto que mi padre me quería poner un segundo nombre,
quería que yo me llamase Anna Lea. Pero mi madre le dijo que no. Entonces tengo
un solo nombre que es Anna. Y sentía que quería regalarle a él, mi padre, una
protagonista con el nombre que él había elegido para mi, y que además, a mi me
hubiese encantado llamarme Anna Lea.
En el caso
de Dafna, el motivo es otro. Cuando leí “Exodo”,
la novela de León Uris que fue llevada al cine y su protagonista, Ari Ben
Canaan estuvo en la piel de Paul Newman, Ari Ben Canaan me enamoró. Me enamoró
de pé a pá. Tanto como Eliah Al Saud, el protagonista de “Caballo de Fuego” de Florencia Bonelli. En “Exodo”, Dafna era la novia de Ari cuando ambos eran adolescentes, y
ese noviazgo se terminó con la abrupta muerte de Dafna, y ella perdió la vida
en manos del enemigo al ser torturada y descuartizada.
Entiendo
que el escribir una novela es un camino largo y lleno de obstáculos. Entiendo
que cualquier novela sea del género que sea, requiere de una investigación
profunda. A la hora de hacer a cada personaje, a la hora de construir en
entorno histórico o contemporáneo, todo requiere investigación.
El hecho de
escribir una novela para mi no es una mera redacción. Tampoco es una catarsis.
No lo concibo como eso.
El ser
escritor para mí, requiere de compromiso, requiere de hacer obras de calidad,
las cuales requiere no de mucho sino de muchísimo trabajo.
Comenzando
con el “Decálogo del Buen Cuentista”
de Horacio Quiroga.
Me gusta
hacer pensar a cada momento a quien está leyendo, me gusta que aprenda algo
nuevo, me gusta darles ciertas “pinceladas”
para hacerlos arribar a la historia, no me gusta que “todo esté dado”, me gusta escribir no dando por sentado nada, y no
soy muy amiga de los finales felices. Tampoco infelices. Sino de los finales
reales, como la vida misma.
Para mí,
hacer una novela es cosa seria. Y como cosa seria que es para mí hacer una
novela, me exijo.
Por
supuesto que cada uno escribe lo que quiere, pero no llaman mi atención las
novelas tibias, predecibles, en las cuales uno ya sabe cómo van a terminar.
A la hora
de escribir investigo absolutamente todo. Cada escena, cada historia, cada
contexto. Es parte del oficio. El investigar, el documentarse, para mi el
escribir es pasión, pero también compromiso, exigencia, me exijo mucho, y si
tuviera que hacerme una autocrítica diría que estoy “en camino”.
La
experiencia, los años, son lo que hacen que uno vaya creciendo y mejorando.
Mi
intención es escribir hasta el día que me muera. No concibo un día de vida sin
escribir.
Anna Donner Rybak © 2013